El islamófobo fanático noruego Anders Behring Breivik testificó este jueves que planeó capturar y decapitar a la ex premier de su país Gro Harlem Brundtland durante la masacre que cometió el año pasado en la isla de Utoya, en el cuarto día del juicio al asesino confeso de 77 personas.
Breivik declaró también que tenía planeado un ataque mayor al que cometió, contra la conferencia anual de los periodistas noruegos o la convención anual del laborismo, pero que no tuvo tiempo para ejecutarlos, y agregó que se preparó para su acción asesina jugando 16 meses seguidos a un juego de computación de guerra.
Brundtland, quien fue primera ministra durante 10 años, ya había abandonado el campamento juvenil del Partido Laborista en Utoya cuando Breivik llegó a la isla, el 22 de julio, donde mató a tiros a 69 personas horas después de detonar un coche bomba en Oslo que causó otras ocho víctimas fatales.
Breivik, de 33 años, señaló que su plan era filmar el asesinato de Brundtland y subirlo a internet y matar a las cerca de 600 personas que estaban en Utoya, y no sólo a las 69 que masacró.
«El plan era decapitar a Gro Harlem Brundtland mientras lo filmaba», dijo Breivik a la corte que lo juzga en Oslo.
El fanático de extrema derecha dijo que se inspiró en la práctica de decapitamiento de la red islamista Al Qaeda pero destacó que cortar la cabeza «es una tradicional pena de muerte europea».
«Se la pensó para ser usada como un arma psicológica muy poderosa», señaló Breivik, citado por la cadena CNN.
Breivik, quien se considera a sí mismo un cruzado moderno, ya confesó sus asesinatos pero no mostró señal de arrepentimiento e incluso dijo que lo volvería a hacer, argumentando que su meta era proteger a Noruega y a Europa atacando a partidos de izquierda que según él traicionaron al país al abrir la inmigración.
«La meta no era matar a 69 personas en Utoya, La meta era matarlas a todas», declaró este jueves.
El extremista dijo también que su plan original era detonar tres bombas en Oslo, incluyendo una contra el Palacio Real, pero que fabricar apenas una bomba con fertilizantes resultó ser «mucho más difícil» de lo que pensó.
«Elegí el palacio en un escenario en el que la familia real no fuera lastimada. La mayoría de los nacionalistas y conservadores culturales son partidarios de la monarquía, incluyéndome a mí», testificó.
Breivik dijo que había esperado ser muerto por la policía cuando abandonara Utoya, donde mató a sus víctimas, la mayoría de ellos adolescentes, con una pistola y un rifle a los que había bautizado con los nombres de dos dioses nórdicos.
«Estimé las posibilidades de supervivencia en menores al 5%», dijo.
El asunto central que se está considerando en el juicio, que comenzó esta semana, es si Breivik es inimputable por insano.
El extremista ingresó este jueves al tribunal sin hacer el saludo con el puño en alto que hizo en sus audiencias anteriores.
Si se lo considera cuerdo, podría enfrentar una pena máxima de 21 años en prisión. Si se lo declara insano, debería quedar bajo cuidado psicológico durante el tiempo que se lo siga considerando enfermo.
Se espera que el juicio dure dos meses y medio.
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