En un alto de la gira de presentación de su segundo álbum solista, Andrés Ciro habló de su disco y también de su rol de padre de tres hijos.
Luego de la ansiedad y el estrés que significó terminar con Los Piojos y en prácticamente un año volver a ponerse en marcha con banda (Los Persas) y debut solista (Espejos, de 2010), Andrés Ciro vive con mucha más tranquilidad la salida de 27, que este abril tiene su segunda tanda de presentaciones en el Luna Park.
«Tuve la soltura que no tuve con Espejos, de no venir con toda esa carga de que se hubieran terminado Los Piojos, toda esa situación de bronca, de apuro por formar una banda, componer temas y salir tocar. Había una ansiedad que por suerte ahora no está. Ya se hizo aquel primer paso y ahora hay más libertad», cuenta una tarde de verano cuasi otoñal en la terraza de 300, la productora que tiene el histórico manager de la banda del Palomar.
«Creo que es un disco que tiene que ver más con el candombe y lo rioplatense. Eso aparece en ‘Ciudad animal’, por ejemplo, que es básicamente una composición de Broder Bastos a la que yo le agregué letra y el estribillo, y que tiene una cosa rítmica muy latina rioplatense, muy brasileroide. ‘Murgeros’, también. Son cosas que no había hecho en Espejos. Y bueno, después, siempre está el rock», señala sobre 27, llamado así por ser su número de la suerte: «De grande descubrí que es la suma de mi fecha de nacimiento, que da 9, pero que antes, según como la hagas, da 27».
Ciro recupera su linaje personal con el 27: «Ya aparecía en el librito de Tercer arco. Y también en muchas fotos de shows. Yo vivía en un séptimo piso de chico y siempre me gustó esa cosa estilizada que tiene el 7, su gracia. El 8, en cambio, me parece horrible, un número gordo torpe. Y el 4 una cosa tosca. El 7, en cambio, es como una flecha. Es ágil. Y el 2 tambien tiene gracia. Son los números que siempre más me gustaron».
–Es la primera vez que trabajás con Juanchi, de Pericos, uno de los productores con más logros en el rock argentino. ¿Cómo fue?
–Sí. Necesitaba alguien que puliera y mejorara lo que ya estaba hecho, pero también que dejase lo que estaba bien. A veces pasa con los productores que tienen un ego importante y te quieren cambiar todo. Como esos arquitectos que te tiran abajo la casa cuando lo que querías era agregar una ventana. Juanchi, por el contrario, tuvo la inteligencia y el sentido común de conservar lo que estaba bien. Trabajó mucho con las guitarras, supervisó todo, y me quitó esa carga que había tenido en el disco anterior. Estuvo atento a los detalles también. ‘Mírenla’, por ejemplo, era más reggae y ahora no. Se ve que está cansado del reggae (risas). La visión de afuera siempre es necesaria. Y Juanchi tiene una oreja experimentada.
«Astros», el primer corte de difusión, un rock con aires españoles (o moros), guarda una curiosidad: fue compuesto a medias por Carolina de la Presa, su primera mujer y madre de sus hijas, además de integrante del dúo de hip-hop Brava Brava. «Tiene unos temazos, es una gran compositora», pondera y, ante la consulta, confirma que se llevan bien. «Pero ahora», aclara, con una sonrisa. Las hijas de Ciro, en tanto, también participan de 27: Kajta, la mayor, aporta coros en la dulce «Me gusta», y Manuela, guitarras en el mismo tema. Por otro lado, su hijo menor, Alejandro, suma coros y panderetas y armónica a la movediza «Fácil». «Las chicas viven conmigo y me gusta mostrarles las cosas que vamos grabando. Las subo al auto y les pregunto, me opinan,» dice.
–Ambas vivieron desde chicas tu parte artística, porque aludís a ellas en varias canciones y Katja salió en el video de «Verano del ’92».
–Sí, creo que no hay que esconder esa parte. O sea, papá no es un asesino ni nada parecido (risas).
–A la vez tenés un vínculo muy natural. Se nota cuando bromeás con ellas por Twitter.
–Sí, pero más me mandan ellas. O directamente agarran mi Twitter y escriben como si fuera yo. «Kati sos una capa». O: «No te voy a retar nunca más». También: «Genia, crack, ídola, diosa» (risas). Yo casi no les escribo mensajes.
–Siendo rockero, ¿cómo es vivir la adolescencia de ellas?
–Y… llevo las dos caras. Ordeno la semana: la mitad las llevo a la escuela y la otra mitad me acuesto a la hora que tengo que llevarlas (risas).
–¿Cómo conviven esas «noches en Makena», que citás en «Caminando», con la vida familiar?
–Y… esas noches por ahí se quedan en lo de mi vieja. ¡Van en remís a la escuela! (risas). Pero está todo bien. Ellas también lo entienden y justamente no coincidimos en los boliches, por suerte (risas). Cada uno tiene su vida nocturna. La más grande sale con su novio, y no coincidmos en la música.
–Qué escucha?
–¡Medio desastre! Eléctronica, cosas de moda; medio raro. No tiene mucha cultura musical. Aunque ahora que conoció lo mío dice que le gusta. Bah, «dice». (risas).
–¿Sos celoso de tus hijas?
–No. Pero obviamente me preocupa con quién están. Y por suerte es un buen pibe.
–A muchos artistas les cuesta conciliar el amor al arte con el amor sus hijos.
–Sí. Tiene que ver con el nivel de egoismo que uno tenga. Si a uno sólo le importa lo que uno hace los hijos seguramente lo van a sufrir. Es bueno equilibrar. Y uno recién se libera cuando los chicos crecen. Pero si mantenés fresca la curiosidad, la sorpresa y cierta virginidad ante las cosas, podés seguir creando hasta el ultimo día. Es cierto que a veces es más dificil experimentar algunas cosas. Si tengo ganas de rajarme un mes a Jujuy a componer, no puedo. Pero seguramente pueda cuando sean más grandes y no dependan de mí. A veces hay gente que no llega a darse cuenta de eso y después lo lamenta. Pero no creo que sea por maldad sino porque las cosas se dan de esa manera o por egoismo. Lo ves en la biografía de Keith Richards: ahí te cuenta cómo el hijo mayor se deslumbraba cuando venía Jagger y hacía unas hamburguesas. ¡Unas hamburguesas, imaginate!» (risas) Pero bueno, son las cosas que se dan en la vida… el momento en que llegan los hijos, cómo esta tu cabeza, cómo estás con la madre. Y, finalmente, cómo estás vos. Yo siempre tuve claro que tenía que hacerme cargo.
–Tu papá también aparece en varias de tus canciones. ¿Qué cosas mantuviste de él para educar a tus hijos y qué cambiaste?
–(Piensa). Creo que mi viejo era un tipo muy recto, con un sentido de la justica importante, salvo cuando me ponía las penitencias (risas). Le amargaba la injusticia y era un gran idealista. A veces casi extremo. Yo heredé parte de ese idealismo, pero tambien cierto sentido pragmático de mi vieja, porque sino caés en esa postura donde no te bancás a nadie y terminás solo e insatisfecho con vos mismo. Eso no lo ayudó a mi viejo. Y es una herencia contra la cual lucho. No exigirme tanto y disfrutar más. Después, otra cosa que cambié es estar más atento al diálogo con tus hijos, porque no tuve mucho diálogo con mi viejo, que tuvo una educación muy rígida y hasta regresiva de parte de mi abuelo. ¡Parece que era bastante guacho! (risas).
Ciro reflexiona sobre cómo cada generación de padres trata de mejorar la educación que recibió, aunque plantea sus dudas: «Los padres jóvenes tratan a sus hijos supuestamente mejor de los que nos trataron a nosotros. Pero hoy ves que los pibes te marcan los tiempos, dominan todo. Es una locura. Por ahí al más chico le digo: ‘Vení, vamos a hacer una nota’, y me saca cagando. «Me reembolo», me dice. Y entonces tengo que cambiar el plan, traerle una infable. ¡Terminan dominando nuestras vidas estos pibes! ¡¡Y yo me acuerdo que en mi época tenía que comerme cada embole!! Los cumpleaños eran en tu casa, no había pelotero y la Coca de litro sólo estaba en la mesa los domingos. Un autito cada tanto».
–¿Y ahora?
–Ahora nada que ver. Es una joda. Por ahí te caen con un pack de 15 autitos (risas). Los pibes tienen una cantidad de juguetes increíble. Tienen más libertad, eligen lo que quieran hacer. Pero también son más caprichosos, ansiosos, quieren todo ya. No leen un carajo, no soportan la frustración. Y la verdad que todos queremos mejorar lo que hicieron nuestros padres con nostros, pero no sé si estamos criando mejores personas. «
«jauretche apoyaría la dirección general».
San Jauretche. En los años ’90, cuando la figura de Jauretche era apenas una «palabra vieja» o «pasada de moda», y a lo sumo se transmitía como contraseña «del palo» entre los pocos peronistas resistentes al menemismo, Los Piojos (con Andrés Ciro a la cabeza) impulsaron la admiración por el fundador de Forja y piedra basal del pensamiento nacional en la pionera «San Jauretche», hit que multiplicó la fama de Don Arturo y lo sacó de las sombras mucho antes de la reivindicación presente.
–¿Qué opinaría del momento actual?
–Creo que apoyaría la dirección general y sería crÍtico con muchos temas, así como lo fue con Perón también. Lo que es seguro es que sería alguien en quien yo confiaría, porque te contaría lo que pasa ya masticado, sobre todo para los que no pueden estar siguiendo los temas con tanta profundidad. Entonces, creo que sería parte, pero no se callaría nada.
–¿Y qué pensás que diría de la llamada sintonía fina?
–No, no le gustaría nada. Habría cortocircuitos ahí.
Un tema a los héroes de malvinas
«Héroes de Malvinas», el tema que Ciro le dedicó a los ex combatientes, es uno de sus puntos altos en vivo, con métrica milonguera y una letra que combina relato con emoción: «Te entregaron armas que no conocías/ que con suerte cada tanto funcionaban/ en un hoy que cavaste repetías/ las canciones que creías olvidadas».
–¿Qué te pareció el referendo que hicieron los isleños?
–Un absurdo total. Como disputar con el vecino una medianera y que el tipo esgrima que les preguntó a sus hijas y le dijeron que están de acuerdo con la decisión. Una ridiculez.
La historia detrás de una canción compuesta con charly garcía: una noche en sunchales, una partida de teg y una guitarra.
El tema «Tango del diablo» . El álbum 27 incluye la primera colaboración entre Ciro y nada menos que Charly García.
El encuentro y la composición fue un hecho que ocurrió durante una parada de la gira en Sunchales, provincia de Santa Fe.
«Estábamos en un hotel y Pocho [el manager] me dijo que en la habitación de enfrente estaba Charly. Le golpeé la puerta, lo saludé, y luego me tocó la puerta él. Lo invitamos a pasar y nos pusimos a charlar. Tuve que abandonar un partido un TEG con ya había conquistado América del Norte (risas). Enseguida, Charly pidió una guitarra y empezamos a tocar y él a mostrarnos cosas de los Beatles. En un momento le digo: ‘Tengo una letra para un tango, a ver qué te parece, si se te ocurre algo’. Se se la canté un poco y ahí nomás él empezó a tarear una melodía. ‘En esa parte podés poner un dos por tres, un valsecito’, nos decía. Le dije a los muchachos que lo filmaran para que no perdamos la música. Y al final de la noche ya había terminado el tema», cuenta y sonríe con la satisfacción de la tarea cumplida.
Nota de Tiempo Argentino