Continúan las marchas en las ciudades más importantes de Brasil, sin incidentes, contra la corrupción y la partidocracia. Las preocupaciones de los dirigentes opositores.
Por Por Alfredo Grieco y Bavio (Desde Porto Alegre, Brasil)
El jueves fue declarado en Brasil el Día Nacional de la Lucha por los ciudadanos y por los movimientos sociales autoconvocados. Desde Brasilia hasta Río de Janeiro y desde Salvador de Bahía hasta Porto Alegre, las masas ordenadas ganaron las calles con reivindicaciones precisas y puntuales y con quejas amplias contra la corrupción y la partidocracia antes que contra la presidenta Dilma Rousseff y el gobernante Partido de los Trabajadores (PT). De hecho, la bandera de las Juventudes del PT flameaba en las calles de Porto Alegre y de otras ciudades mayores.
Reforma y oposición. Preguntados por Veintitrés, líderes de diversas columnas y diversas fuerzas, desde los campesinos del Movimiento de los Sin Tierra (MST) hasta los sindicalistas de la Central Única de los Trabajadores (CUT), dicen que el enemigo no es el Ejecutivo, sino los partidos tradicionales y las elites políticas estaduales, renuentes a los cambios y a las modernizaciones. De hecho, el tucano o socialdemócrata José Serra, ex gobernador de San Pablo y ex rival electoral de Dilma, fue el mayor enemigo de la reforma política que propuso el PT como respuesta a las demandas de las calles, y uno de los que logró que el plebiscito que preguntaba por el cambio a las leyes electorales y a la reestructuración del Estado.
Los transportes vienen marchando. En una entrevista con el semanario Istoé, el sociólogo y comunicólogo Manuel Castells dijo que el gobierno de Dilma es el primero en responder en tiempo real a las demandas de la calle, y que los manifestantes son los primeros en declarar que ser transportados es un derecho humano, que debe ser atendido. El rechazo al aumento en los transportes se vio convertido en exigencia de movilidad gratuita provista por el Estado. En las calles de Porto Alegre se podía leer la pintada “Vergonha / O transporte + caro que a maconha” (Vergüenza / El transporte es más caro que la marihuana). Con el transporte, sigue habiendo quejas por el Mundial de la FIFA y por (la corrupción en) los gastos excesivos que acarrea. Sin embargo, no fueron monotemáticas las manifestaciones: el acceso democrático a la salud, a la educación de calidad y la voluntad de construir un país donde la movilidad social no se reduzca a transformar a los consumidores en contribuyentes fueron los ejes de la protesta.
La pesadilla de la no-violencia. Si a las nuevas manifestaciones faltó la cobertura mediática de las de dos semanas atrás fue precisamente por el orden y la no violencia con las cuales se desenvolvieron. No hubo incidentes mayores en las marchas, salvo en Río de Janeiro y en un estado vecino, Espíritu Santo, donde la policía encontró una caja con bombas molotov y donde hubo saqueos aislados y se rompieron vidrios de ómnibus. Esto preocupa al gobierno y desespera a la oposición (que teme ser desplazada por los movimientos sociales), según insistieron aquí en Brasil diarios y medios: falta toda excusa para reprimir, y las demandas toman más foco. La democratización de la información es otra demanda. Hay miedo de los medios “líderes en el mercado” de una legislación a la argentina, como dice un larguísimo editorial aterrado que publicó el lunes Zero Hora, el mayor diario del sur –del “Brasil do Mercosul”–. “Sólo son vagabundos o marginales los autores de los destrozos”, dice a Veintitrés la octogenaria Lygia Nunes, leyenda viva del Corréio do Povo y decana de periodistas y cronistas en el sur de Brasil. “Cuando se suicidó el presidente Getúlio Vargas, en 1954, ese sí fue alboroto”, compara.
Brasil insalubre. Una de las demandas mayores de los manifestantes es la de salud pública. Falta atención en los hospitales, y directamente faltan médicos, a pesar de que los medicamentos genéricos, con receta, sean todos gratuitos gracias al sistema llamado de Farmacia Popular. La solución de Dilma, importar 6.000 médicos de Cuba, está en la tapa de todos los semanarios –algunos a favor, la mayoría en contra–… Los médicos son muy corporativos: reaccionaron en masa, y en contra de la solución. Los colegios médicos ni siquiera admiten la reválida de los títulos universitarios de brasileños recibidos en el exterior: deben someterse a un examen si quieren ejercer en Brasil –en 2012 sólo lo aprobó el 7% que se presentó (y el 20% de los examinados se había recibido en la Argentina), según informó el lunes la red Globo.
Delantales blancos. En San Pablo, la más poblada y más importante ciudad del país, la manifestación de los médicos fue tan numerosa como para cortar durante horas el tránsito en la mayor vía de la zona más moderna, la avenida Paulista. No sólo en repudio del plan de emergencia sanitaria de Dilma. También en protesta contra los cambios radicales del plan de estudio de la carrera de Medicina en todas las universidades nacionales impulsados por el gobierno del PT. Si la reforma se aprueba, llevará a los estudiantes ocho años obtener un título habilitante –hasta ahora eran seis–. El móvil de la reforma es aproximar a los profesionales a la población: cumplidos los primeros seis años, deberán sumar dos de práctica en los hospitales públicos. La primera en pronunciarse en contra fue la primera Facultad de Medicina del país, fundada en 1893: los docentes de Salvador de Bahía salieron a las calles, y reclamaron asistencia técnica, fisioterapeutas, odontólogos y psicólogos que acompañen los tratamientos y sirvan para fijar los diagnósticos y encaminar las curas.
Colección otoño-invierno. En su columna mensual en el New York Times, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva resumió las últimas semanas de agitación brasileña y su mensaje: en la transición democrática, los gobiernos empiezan a resignar la democracia, a cambio de (promesas de) gestión: la gente sale a las calles a reclamar en protesta ¡queremos de vuelta (más) democracia!; este reclamo es tanto mayor, o tanto más específico, cuanto más próspero es el país (Chile, Brasil, Uruguay…); a los gobiernos conviene dejar de “profesionalizarse” y retomar el contacto con las bases y los movimientos sociales. En que esto es fundamental, todos coinciden. La economía de Brasil “creció sólo un 1% en 2012”, nos recuerda Maxine Margolis. Y aunque “el nivel de desempleo es muy razonable, al punto de dar envidia” a Washington y a Bruselas –Lula habla de “pleno empleo”–, las protestas revelan el desacuerdo creciente entre las expectativas de la población y los espejismos de la economía, concluye desde la Universidad de Florida en Estados Unidos.
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Disparen contra el papa
Más gente que los Rolling Stones esperan que convoque el papa Francisco I en la playa de Copacabana para cerrar las Jornadas Mundiales de la Juventud católica que se desarrollarán en Río de Janeiro la semana próxima, entre el 23 y el 28. Como estrella de rock en la primera performance gratuita en América latina de su pontificado, Jorge Bergoglio amenaza con tener todavía más éxito en el balneario carioca que Mick Jagger, quien en el concierto de 2006 reunió un millón y medio de personas. La visita papal también vence en otro rubro al más célebre grupo de rock viviente: genera más inquietudes de seguridad que el festival de Altamont. La Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) prevé específicamente que las actividades papales se verán interrumpidas por manifestaciones civiles que ya están previstas y organizadas por Internet; alguna de ellas, como el “besatón” gay, no significaría una amenaza para el líder de los Stones. En todo caso, el ministro de Justicia, José Eduardo Cardoso, anunció el envío de tropas y policías para Río y para el santuario de Nuestra Señora de Aparecida –el Luján brasileño–, donde también peregrinará el Papa. La televisión brasileña difunde las imágenes de las bodegas atiborradas con los barriles de cientos de litros y litros de vino tinto abocado, listos ya para ser abiertos, y bebidos de a sorbitos los líquidos, en los centenares de misas que concelebrará el Pontífice. Preventivamente, pareciera, los tribunales decidieron la semana pasada que el test de alcoholemia no basta para secuestrar un vehículo, ni siquiera para decidir que su conductor está borracho –los diarios anuncian así el principio del fin de la Ley Seca, que ha puesto un freno importante a la noche brasileña–.
Fuente: Revista Veintitrés (Infobae)