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Las 10 mejores películas de Woody Allen

Aprovechando el estreno de su nueva película, «Blue Jasmine», INFOnews repasa lo más destacado de la filmografía de este ciudadano número uno de Manhattan. Votá en la encuesta ¿Cuál es para vos la mejor película de Woody Allen?

Robó, huyó y lo pescaron (Take the Money and Run, 1969)
Su primera película en serio (antes vino What`s Up Tiger Lily?, ese ejercicio humorístico en el que cambió los diálogos de un film japonés) es un festival de gags y buenos chistes, con la influencia del cine de los Hermanos Marx y un guión casi de guerrilla cómica, de un tipo que llegaba desde el stand up para clavarse en la historia del cine como un genio hecho y torcido.

Todo lo que usted siempre quiso saber sobre sexo y jamás se atrevió a preguntar (Every Thing You Always Wanted to Know About Sex * But Were Afraid to Ask, 1972)
Es uno de sus títulos paradigmáticos, una comedia con momentos brillantes (y otros no tanto), como la escena en la que un médico (Gene Wilder) enamorado de una oveja, es sorprendido en una habitación de hotel con su ocasional pareja animal en portaligas. O esa conversación entre espermatozoides a puntos de ser eyectados. O el hombre perseguido por un pecho gigante que arroja leche. Un clásico.

Annie Hall, dos extraños amantes (Annie Hall, 1977)
El título que le dio su primer Oscar y su más claro y concreto reconocimiento por parte de la industria (quizá porque es el film que cortó con el humor cuasi absurdo que venía practicando). Una historia de amor con firma de autor y pasta de cine relevante, aunque sin perder la brillantez y los chispazos de una genialidad siempre al borde de la subversión.

Manhattan (ìdem, 1979)
A la vista de lo clásica que resulta, llama la atención que el estreno de esta producción haya corrido el riesgo de no producirse por pedido del propio director, que tuvo que ceder a la presión del estudio que lo había contratado, ya que él creía que era un film destinado al fracaso. El homenaje más redondo a su ciudad luz, el escenario de todas sus historias, sus borradores, sus fantasías y, claro, su vida. La isla newyorker como loop de vivencias, idas y vueltas. También su primer film en blanco y negro, al tiempo que un pequeño quiebre, una búsqueda interesante como narrador y como esteta.

Zelig (ìdem, 1983)
Otra genialidad, además de la semilla no reconocida de lo que varios años después sería Forrest Gump. Un personaje camaleónico que se ubica en los momentos justos y al lado de los protagonistas indicados. Una de las últimas comedias delirantes del hombre que luego, durante algunos años, intentaría ser el Bergman de América.

La rosa púrpura del Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985)
Bellísimo homenaje al melodrama clase B, a las matiné, a las fanáticas tristes del star system. Un trabajo así de pequeño y así de perfecto. Poderoso el chiquitín.

Match Point (ìdem, 2005)
Gran película entregó Woody Allen al promediar la década del 2000, con Scarlett Johanson como musa inspiradora indestructible y un guión que hace honor a la historia de uno de los grandes escribas de la industria del cine. Escenas hot y una gran historia de amor.

Crímenes y pecados (Crimes and Misdemeanors, 1989)
Poderoso trabajo sobre el fin del amor, un melodrama trágico en varios actos, con Martin Landau en uno de sus grandes papeles (después del Bela Lugosi de Ed Wood, claro). Y también con la enorme Anjelica Huston.

Todos dicen te quiero (Everyone Says I Love You, 1996)
Una de las películas allenianas más disfrutables y que mejor celebraron la cinefilia de su autor. Una comedia musical que tiene todo lo que tiene que tener un trabajo de este género hecho con mirada irónica pero a la vez homenajeando a lo que fue uno de los grandes aportes de Hollywood al cine. El dato: cantan actores y actrices que nunca lo habían hecho, como el propio Woody, Tim Roth, Goldie Hawn (un hallazgo) y Drew Barrymore (un horror).

Que la cosa funcione (Whatever Works, 2009)
El protagónico de Larry David (co-autor de la serie Seinfeld) le dio un gran plus a la que quizá sea la comedia más sarcástica de las últimas décadas del ciudadano número uno de Manhattan. Jugando el rol del mismo personaje que Allen interpreta desde siempre (neurotico, ególatra, maniático, hipocondríaco), David lidera una película que roza el stand up en cada una de sus escenas, con líneas de diálogo de colección y algunos pasos de comedia antológicos.

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