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Gonzalo Heredia: «Creo que la solución es ser sincero»

El actor protagoniza Omisión, el thriller que se estrena hoy. Habla de cómo abordó la temática del film y cómo armó su personaje.

Por: Juan Manuel Strassburger para TODO SHOW
Nota de Tiempo Argentino

Para Omisión, la película que llega esta semana a los cines, Gonzalo Heredia volvió a operar sobre su propio cuerpo para lograr un personaje. Si en Lobo, la fallida serie de la factoría Suar que intentó traducir a tierra local el furor por el drama sobrenatural y de raíz monstruosa (vampiros, hombres lobos, ¿zombies?), en este oscuro thriller policial, el actor que saltó a la fama por Valientes decidió aumentar 10 kilos, dejarse la barba y hasta afearse la dentadura para componer un cura de parroquia barrial, con tanto idealismo como tormentosa culpa a cuestas. «Me pareció otra gran oportunidad de correrme de la cuestión estética. Dejarme la barba, engordar, amarillarme los dientes. Incrementar toda esa imagen descuidada, que es lo que le pasa, en realidad, a cualquiera que se deja estar un poco».

Con una historia que arranca con el regreso de un joven cura de Munro a la parroquia que lo vio nacer luego de un autoexilio en España, Omisión propone un drama psicológico, oscuro, de aristas policiales y presencia dramática en personajes fuertes como son –además del principal– la enérgica fiscal interpretada por Eleonora Wexler y el psicópata terapéuta llevado adelante por Carlos Belloso (ver aparte). Entre los tres componen un triángulo de acusaciones cruzadas donde la paz es imposible y la búsqueda de justicia parece ser la excusa de los asesinos.

–¿Que te interesó de Omisión como para querer participar?

–A mí los thrillers me gustan mucho. Es un género que veo, leo y consumo un montón. Entonces, cuando me pasaron el libro me interesó inmediatamente. Es un thriller negro. Por el vértigo que tiene, por cómo está escrito y por cómo quedó. Todo el tiempo pasan cosas. Por otro lado, Santiago Murray, mi personaje, me ofrecía un desafío muy tentador que era armar todo un mundo alrededor de él, con toda la arquitectura de su psicología. Se daba la casualidad que yo también me crié en Munro y que, en medio del rodaje, también volví a mi barrio. Volví a mudarme ahí. Entonces, de algún modo, entendía todo lo que le estaba pasando.

–¿De qué te valiste para componer a este cura barrial con tanta idealismo como culpa por un pasado no resuelto?

–Primero, busqué no basarme ni referenciarme en nadie. Me saqué cualquier norma o regla. Simplemente agarré un cuaderno y empecé a escribir. Asociación libre de lo que me imaginaba respecto a él. Indagar en el hecho traumático que tuvo. Y descubrí que sentía muy cercana toda la vida previa del personaje: su adolescencia, la vida en el barrio. Todas cosas que viví como la parroquia en la esquina, lo que significa crecer en el Conurbano. Sin embargo, también vi todo lo que me aleja de él. Su descuido total en lo físico, por ejemplo. Una diferencia lógica porque el ideal de Santiago no era cuidar su aspecto sino ayudar en el barrio.

Entre las escenas destacadas de la película hay dos de las cuales Heredia está muy orgulloso: la del encuentro–reconciliación con Clara, la fiscal de Eleonora Wexler («Me encanta trabajar con Eleonora: ¡me da tanto! ¡es tan fácil! La escena, además, permitió profundizar mucho el vínculo entre ambos personajes, que habían sido pareja en el pasado»), y la del primer salmón dado por el joven sacerdote a su regreso: «Al principio tenía mucho reparo con esa escena», reconoce. «Tenía miedo a la doble lectura, a cierta ironía, como si fuera un chiste, del hecho de que un actor con fama de ganador con las mujeres, filmara una escena de ese tenor religioso. No estaba seguro de cómo iba a quedar. Pero después salió fácil, en dos temas. Y pienso que fue porque creo en eso que dice Santiago: que de todos los pecados, el de omisión es el que más se comete. Mi personaje dice: es mucho más trillado e hipócrita hacer campaña solidaria que no darle la vuelta la cara al pibe que pide en la esquina. Y yo concuerdo totalmente.»

–Es un cura que pese a su juventud e inexperiencia se lo ve aplomado en ese sermón…

–Sí. Evidentemente, no es un cura de manual. De estudio. Es un cura que cree en el perdón y que sabe lo que es equivocarse. Y me parece que esa misión de buscar el camino de la fe como redención, es cercano a todos nosotros.

–¿Cómo es tu relación con la Iglesia?

–No soy muy practicante. De hecho no tomé la primera comunión, y a mi hijo no lo bautizamos. De todos modos, sí creo en algo. Pero no sé si en un Dios como cree la Iglesia. El vínculo lo tenía más a través de mis amigos que iban al colegio Santa Rosa de Lima que tenían catequesis. En ese sentido, la Iglesia que más me gusta es la que ahora está buscando el Papa Francisco, la de meterse en los problemas reales.

–Y cuando eras chico, ¿cómo te llevabas con las comunidades parroquiales?

–Bueno, yo conocí varios curas como el Santiago de la peli. Y tuve muchos amigos que hacían actividades parroquiales enfocadas al trabajo social. En ese momento, año ’95, el tema no era tanto el paco sino la marginación y la pobreza. Me acuerdo que había un padre que era muy querido porque tenés esto de ser paternal y de cuidarte. Es duro también para los curas que hacen todo este trabajo. A mí me pasó de conocer un sacerdote durante el rodaje en Piedra Buena que me gustó porque era muy llano: me hablaba de la fe, del camino que había que seguir, pero desde un lugar muy terrenal, sin bajar línea. Yo en un momento le pregunté: «Pero vos no vas a tener hijos, ¿sos consciente de eso?» Y el chabón me aceptó que le dolía, se le llenaban los ojos de lágrimas. Me decía: «Lo sé». «¿Y no te arrepentís?» «No, pero a veces me dan ganas de tirar todo a la mierda». Me sorprendió que me dijera eso y lo aproveché para hacer el personaje.

–La película ahonda en la omisión, un pecado en teoría menor comparado con los «mortales». ¿Cómo gravitó en tu vida?

–En mi caso dependió mucho del lazo que tenía con esa persona. Si la quería o no. Me ha pasado con amigos, que estaban muy complidados, y yo tener que hacerme el boludo. Por suerte hoy están bien. Pero en un momento me replanteé: no puedo seguir sin hacerme cargo. Al menos corresponde que acerques tu punto de vista. Creo que con eso evitás caer en el pecado de omisión.

–Lo que pasa también es que hay una delgada línea entre no involucrarte y entonces hacerse el distraído, y meterse y entonces hacer más daño….

–Ahí yo creo que la solución es ser sincero. Pensar las cosas con una mano en el corazón. Porque así la acción va a ser menos grave en cada caso.

–Recién nombrabas a tu hijo, Eloy. ¿Qué le enseñarías respecto al pecado de omisión?

–(Silencio). Difícil. Te cuento lo que me pasó la otra vez, que tiene que ver con los valores que por ahí inculcás, pero no de manera directa o explícita. Cosas que Eloy evidentemente incorporó pero sin que yo lo sepa o se lo haya dicho. Estábamos en la plaza y él estaba corriendo con otro nene. A ver quién alcanzaba a quién. La cuestión es que este nene, que lo estaba persiguiendo, en un momento se cae. Entonces Eloy frena, retrocede, le da la mano y lo levanta. Y ver eso me emocionó. Porque habla de los valores que ya tiene y que indudablemente aprendió en algún momento entre nosotros.

El mejor alimento del alma

–El año pasado estrenaste El Montaplatos, una obra de teatro independiente, y hace poco compraste los derechos para hacer la película de Un publicista en apuros, una novela de una escritora joven como Natalia Moret. ¿Qué te atrae de los proyectos más alternativos?

–La respuesta es inquietud: soy muy inquieto. Compré los derechos de la novela de Moret porque involucrarme en este tipo de proyectos me alimenta el alma. Me gusta contar historias. Esa es mi forma de expresarme. Entonces, si no me llaman para hacer Harold Pinter, la hago yo. Y si no me llaman para hacer una película como la que pienso hacer con Un publicista… Bueno, la encaro yo.

La otra parte de Omisión

Santiago Murray, el cura barrial que encarna Gonzalo Heredia en Omisión, tiene un antagonista fundamental: Patricio Branca, el psiquiatra psicópata que compone Carlos Belloso y que plantea un verdadero debate moral: ¿es el pecado de omisión lo suficientemente grave como para inculpar también por ejemplo al sacerdote que eventualmente reciba la confesión de un asesino sin poder denunciarlo?

“Si te fijás, tanto el psicólogo como el cura tienen algo en común y es que de alguna manera son personas que se esconden debajo de esa profesión u oficio. Usan muchas veces máscaras para tapar quienes realmente son”, cuenta el actor que en el film deja de lado su conocido histrionismo para construir un psicólogo impávido, «neutro», frío como una piedra entre la nieve. «Me pareció que mientras más neutro lo hacía más se evidenciaba su locura», cuenta Belloso, que se privó de varios de sus mejores trucos interpretativos. «Así, busqué una actuación sobria, sin aditivos o subrayados. Que incluso que pudiera dar cierta justificación a sus actos.»

–¿Qué te atrajo de Omisión?

–Me atrajo más el guión que el personaje. Una historia con dos fuerzas vectoras muy potentes, como son este psicólogo y este sacerdote, que parecen hacer todo lo que hacen para terminar chocando al final. Un engranaje contra reloj con todas las características del suspenso más oscuro que me pareció muy interesante

–El thriller es un género de larga tradición en el cine, sobre todo en el hollywoodense. ¿Tomaste alguna referencia a la hora de componer a este psicólogo psicópata?

–No busqué una vuelta argentina a la actuación ni traerlo acá. Sí pensé en Dexter, porque Patricio Branca, al igual que él, necesita matar por venganza, pero también por considerar que es gente «mala». Un asesino que se pretende justiciero.

El regreso a la tele

–¿Cómo van las grabaciones de Mis amigos de siempre, la nueva tira de El 13?

–Muy bien. Con (Nicolás) Cabré y (Nicolás) Vázquez la pasamos bárbaro. No esperaba reírme tanto. No soy de los que se brindan 100 por ciento de entrada. Me mido. Pero bueno, la estoy pasando muy bien. Por mí grabaría toda la tira de un tirón y que salga recién en el 2015, porque siempre el factor externo modifica.

–A partir de esta química que decís que tienen, ¿pensás que puede darse un fenómeno parecido al de Valientes?

–Lo que pasa es que esta tira es más coral. Porque somos nosotros tres pero también están (Agustina) Cherri, (Emilia) Attias y (Calu) Rivero. Por otro lado, Valientes era una historia de venganza, con mucha gesta y épica, y Mis amigos de siempre, en cambio, es una comedia. Pasa más por la amistad y cierta madurez de los treinta.

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