La película de este clásico mamífero parlanchín mezcla actores reales con animaciones computadas para 3D: una propuesta de la generación de los adultos, aggiornada por las nuevas tecnologías de la de los más pequeños.
Recientemente ocurrió con “Scooby Doo”, de la industria Hanna-Barbera: el encontrar fiascos cinematográficos basados en dibujitos animados que son parte de la memoria televisiva de varias generaciones de niños que ya no son (ok, “somos”) tales, produce —además de una bronca repentina— cierta tristeza. Lo que es triste es que le toquen a uno el recuerdo, y como ya lo han hecho, será inevitable ingresar a la sala de cine en la que se exhibirá desde el próximo jueves la esperada “El oso Yogui” (Estados Unidos/Nueva Zelanda, 2010) con ese miedo que producía el placard a los más pequeños antes de “Monsters, Inc.”. Sin embargo, con la adaptación del “cartoon” de este famoso mamífero parlanchín el temor quedará en la pochoclera.
Esta versión de “El oso Yogui” tiene como premisa conservar en lo posible los rasgos del dibujito estrenado en 1958 como parte del show de “Huckleberry Hound”, y en ese sentido hubiera sido fantástico contar con las voces de los ya fallecidos Daws Butler y Don Messick para Yogui y Boo-Boo, respectivamente, papeles que en la película interpretan el “cazafantasmas” Don Messick y Justin Timberlake (claro: sus voces no aparecen en el doblaje al castellano). El trabajo de fidelidad es logrado, sobre todo si se tiene en cuenta que es la primera producción fílmica que no recibe la asistencia de William Hanna o de Joseph Barbera, también en el eterno descanso.
El pasaje de la serie televisiva a la pantalla grande, y en 3D, es obra del director Eric Brevig, que más que por su experiencia en ese puesto (lo último que hizo fue “Viaje al centro de la Tierra”) es reconocido como supervisor de efectos especiales (tarea que cumplió en “La isla”, “La aldea” y “El día después de mañana”, entre muchas otras), por lo que se supondrá con tino que las ilusiones ópticas son de buen cuño, más en la siempre ardua tarea de hacer lucir bien a una animación computada entre actores de carne y hueso.
El guión —poco complejo pero con varios gags efectivos— sitúa al parque Jellystone en una nueva encrucijada: las visitas son prácticamente nulas y el malvado alcalde Brown (Andrew Daly) decide cerrarlo y vender el terreno en el que, además de Yogui y Boo-Boo, vive el guardabosques Smith (Tom Cavanagh). Ellos y la blonda documentalista Rachel (la “Scary movie” Anna Faris) deben encontrar la forma de evitar que los planes del alcalde para deforestar el predio se lleven a cabo. Particularmente, Yogui se planta en el problema de hacer a un lado su enorme y relajado ego por el bien de los demás, e incluso abandona por un rato la caza de canastas de picnic con la que ingeniosamente se alimenta. Es que, como él recalca, es “más listo que un oso común”.
Párrafo aparte para “Rabid Rider”, el divertido cortometraje de animación tridimensional que antecede a “El oso Yogui” y que tiene como protagonista a otra clásica pareja de los dibujos animados: Coyote y Correcaminos. En tres minutos, el film repite una fórmula en boga: de la generación de los padres con la tecnología de la de los hijos.
Fuente: La Razón