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Rusia, de luto tras el atentado en el aeropuerto de Domododevo

Las unidades de la policía antiterrorista OMON patrullan de paisano todo el hall escudriñando a los transeúntes. Vigilan y controlan sobre todo a personas de rasgos caucásicos, no sólo en Domodédovo, sino también en los otros dos aeropuertos internacionales, estaciones de tren y el metro de Moscú. El suicida procedía presuntamente del Cáucaso Norte. Muchos rusos lanzaban hoy a los pocos caucasianos que se dejaron ver miradas cargadas con un mayor desprecio al habitual.

En el aeropuerto internacional moscovita de Domodédovo se respira hoy un ambiente enrarecido. Las unidades especiales patrullaban y los controles se endurecían, mientras que las flores iban acumulándose cerca del lugar en el que el atacante suicida se hizo saltar por los aires.

Dolor, miedo, miradas nerviosas y tensión dominaban la escena que se vivía hoy en el aeródromo ruso, donde ayer lunes perdieron la vida al menos 35 personas. En la zona de llegadas, donde el suicida detonó la bomba, decenas de claveles y crisantemos recuerdan a las víctimas. «Tenemos una sensación desagradable», comentaron Serguei y su novia Olga. «Pero esperábamos con tanta ilusión que llegaran nuestras vacaciones, que seguiremos adelante con nuestros planes, reveló DPA.

También Marina, de 25 años, depositaba una flor en el lugar de la catástrofe. «Es una tragedia terrible», dijo en voz baja. El lugar de los hechos se encuentra cercado. En la salida del estrecho túnel que deben atravesar también hoy los viajeros que llegan, numerosos amigos y familiares esperan a sus seres queridos para abrazarles. Entre una multitud similar el atacante se inmoló hace menos de 24 horas. Los que se encontraban a su alrededor no tuvieron oportunidad de escapar, sus cuerpos se desgarraron a causa de la virulencia de la explosión.

Este miércoles Moscú recordará a las víctimas con un día nacional de luto.

«Qué puedo hacer», dijo el taxista Ruslan, que espera a que lleguen clientes junto a una cola de espera en el Domodédovo. «Es mi trabajo. Tengo que alimentar a mi familia, y aquí es donde más dinero gano». Al final de la fila de personas se encontraba Lyobov Mironova. La mujer de pelo cano iba a recoger a su hija. «Se lo había prometido», murmura. «Pero estoy vigilante, miro bien a quién tengo cerca», señaló.

Las unidades de la policía antiterrorista OMON patrullan de paisano todo el hall escudriñando a los transeúntes. Vigilan y controlan sobre todo a personas de rasgos caucásicos, no sólo en Domodédovo, sino también en los otros dos aeropuertos internacionales, estaciones de tren y el metro de Moscú. El suicida procedía presuntamente del Cáucaso Norte. Muchos rusos lanzaban hoy a los pocos caucasianos que se dejaron ver miradas cargadas con un mayor desprecio al habitual.

Toda persona que llega al aeropuerto debe pasar su equipaje de mano por el escáner. Antes del ataque la mayoría de personas pasaban sin más por los controles. Los accesos están equipados con detectores de metales que los viajeros tienen que atravesar. Aunque a menudo el equipaje pita, en la mayoría de los casos se prescinde de un cacheo en profundidad. Cuando llegan a la puerta de embarque los viajeros tienen que pasar, sin embargo, por un escáner corporal.

El presidente, Dmitri Medvedev, calificó de «anarquía» la laxitud de los controles en el recinto de entrada. El portavoz de las autoridades investigadoras Vladimir Markin admitió que los terroristas no habrían tenido grandes problemas para acceder al edificio. Policías o personal aeroportuario no hicieron comentarios al respecto. «Hablen con nuestro superior», respondían con aspereza.

En el tren de alta velocidad hacia el aeropuerto las conversaciones giran sólo en torno a un tema, el del atentado del día anterior. Muchos pasajeros no logran desprenderse de las atroces imágenes de los cadáveres y de los heridos cubiertos de sangre. Igor Volkov acaba de llegar desde la capital tayika de Dusambé. «Increíble que tengamos que aterrizar precisamente en Domodédovo, después de lo que ha ocurrido», se quejó.

Una vez en el centro de la ciudad, empujaba para entrar en el metro. También hoy miles de personas utilizan el medio de transporte más rápido en la gigantesca metrópolis. En los andenes y en las bocas de metro hay apostados policías en chalecos antibalas. Miles de personas pasan a su lado. Controlarlos a todos es imposible.

Fuente: El Universal

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