Chile ganó este año la Copa América por primera vez en la historia, es líder de las Eliminatorias, está en el top 10 del ranking de la FIFA y recibe elogios a cada paso. Entre las claves del éxito se encuentran esta notable generación de futbolistas y la conducción del argentino Jorge Sampaoli, el perfecto heredero de Marcelo Bielsa.
Lo escribió Rafael Bielsa en el libro La vida en rojo y negro, en 1999: «Pregunté por mi hermano Marcelo, me dijeron en qué pieza estaba. Entré, lo vi tumbado en la cama, cuan largo era. Sin mirarme me preguntó: ¿te acordás de Cali, el gordo? ¿El que se fue a vivir a Nuevo México, a los Estados Unidos, y cada dos o tres años se cortaba un dedo para cobrar el seguro de accidentes de trabajo? Sí, me acordaba del gordo Cali. Bueno -agregó-, tengo ganas de hacer una promesa: si le hacemos cinco goles a Central, me corto este dedo. Y me mostró el índice de su mano derecha. Le vi tanta ferocidad en los ojos, tanta deliberación, tanta soledad, que di un paso hacia él, aprontándome para restañar la sangre inminente. No me acuerdo de qué le contesté, pero tuve la sensación de que hablaba muy en serio y de que no habría fuerza en el mundo capaz de convencerlo de que no lo hiciera». Aquel Marcelo Bielsa del pullover gris -aquel de principios de los años noventa, el hacedor del ciclo más exitoso de Newell’s- caminaba con paso nervioso. Gritaba, gesticulaba, mataba ansiedades con chupetines, reclamaba entrega máxima, buscaba su lugar en el fútbol grande desde su condición inicial de auténtico desconocido. Tenía unaintensidad que generaba asombro incluso de sus más cercanos. Ese cuento, Los dedos de mi hermano, obra de Rafael Bielsa -abogado y excanciller de la Nación- describía la antesala del primer clásico rosarino de Marcelo. Aquel 8 de octubre de 1990, el equipo del Parque de la Independencia ganó 4-3 y, más tarde, fue campeón del torneo. Era verosímil aquella promesa. Rafael -relata- fue al vestuario visitante para constatar que su hermano tenía los diez dedos. Ya en esos días inaugurales, el Loco ya se había convertido en un personaje encantador. Y comenzaba a tener admiradores. Por ejemplo, un tal Jorge Sampaoli viajaba 56 kilómetros desde Casilda para ver al Newell’s de ese rosarino en el que observaba algo especial, incluso un camino. Dicen quienes mucho conocen del fútbol chileno que en aquellos días estaba naciendo este presente de maravillas para La Roja, ese equipo campeón de la Copa América, líder en lasEliminatorias para Rusia 2018, top 10 en el ranking de la FIFA, elogiado por cada rincón.
Es el mismo Sampaoli que cuenta ahora, desde la cresta de su propia ola, que se formó y creció mirando y aprendiendo de Bielsa. Don Sampa -como le dicen del otro lado de la Cordillera- es el entrenador que irrumpió en el fútbol chileno y sudamericano proyectando sobre el campo de juego un fútbol audaz, despojado de inhibiciones, inquebrantable en términos de la entrega de sus intérpretes. Como dicen del otro lado de la Cordillera: a lo Bielsa. Sampaoli resulta, sobre todas las cosas, un transformador: de una carrera que parecía condenada al fútbol regional armó ese recorrido que lo trasladó a la elite; de un plantel inicialmente despojado de estrellas construyó un equipo capaz de agradar a todos; de un personaje expuesto a la desconfianza ajena puso en escena a otro que admite todos los elogios y la comparación inevitable: Sampaoli es Bielsa.
Su vínculo con el Loco lo contó Sampaoli varias veces: «No hay una vinculación directa con Bielsa, sí con su filosofía. Estaba cerca de Rosario para el Newell’s del 90 y a partir de ahí comenzamos a consumir toda esa filosofía y esa figura. Normalmente cuando uno quiere ser entrenador, mira un montón de opciones y rescata lo mejor de cada uno. Yo me fui con esa únicamente y traté de generar algo que fuera mío, pero muy cercano a esa filosofía». Hay otros detalles que lo hacen parecido a Bielsa, más allá de su metodología de trabajo y de entrenamiento. Casi no concede entrevistas y le huye de todos los modos a cualquier vínculo con empresarios del ámbito del fútbol. Dice que lo de él es dirigir a un grupo tras los pasos de una idea. Prefiere el convencimiento al rigor tardío de una sanción. Sirve como ejemplo de este último aspecto su actitud respecto del confuso accidente de Arturo Vidal en plena Copa América 2015. El problema se resolvió puertas adentro y se pidieron las disculpas a la gente en el ámbito público.
El periodista Danilo Díaz siguió y sigue de cerca el andar del seleccionado chileno. Conoció en detalle el mundo Bielsa y descubrió con asombro a Sampaoli. Cuenta -ante la consulta de Clarín– sobre la influencia de ambos en este presente: «Fue relevante el trabajo de Marcelo Bielsa en el ciclo que llevó a Chile al Mundial de Sudáfrica 2010. Los jugadores entendieron la manera en que se debía competir en el fútbol internacional, crecieron y pudieron mostrar sus condiciones. Pero el rosarino se fue hace cinco años. Por eso es necesario realzar la tarea del actual seleccionador. Esta gran generación encontró con posterioridad, en un momento de sumo riesgo, a Sampaoli. El actual entrenador de la Rojaera lo que estos jugadores necesitaban. Alguien que sabe exprimir sus condiciones, genera confianza y ofrece una idea de juego autónoma y moderna. Los jugadores creen el mensaje del entrenador, lo defienden. El casildense exhibe frialdad para tomar decisiones, dolorosas en algún momento (como la exclusión de Marcos González del Mundial de Brasil), pero siempre mira al frente». Y agrega dos palabras que definen el fondo de la cuestión: trabajo y constancia. Esa es la matriz.
Cada consultado -sea comentarista o hincha u hombre de fútbol- señala también la importancia de esta camada superlativa de futbolistas. De ella se destacan cuatro estandartes: el arquero Claudio Bravo (consolidado en el arco del Barcelona), el polifuncional Gary Medel (emblema dentro y fuera del campo de juego), el mediocampista Arturo Vidal (figura de la Juventus y dueño de un apodo que sabe justificar, Rey Arturo) y el delantero Alexis Sánchez, quien ya se ganó el pedestal de la historia (su dimensión sólo admite comparaciones con el grandísimo Elías Figueroa). Alexis picando el último penal ante Sergio Romero, en la definición que valió la Copa América, es la escena preferida del día más feliz de la larga vida del fútbol chileno. Ahora, su festejo viste con gigantografías las calles de Santiago y la misma imagen se reproduce en cada canal o programa o documental que recuerda la conquista que no tendrá olvido.
Pero no fue sólo un rato feliz que se terminó tras el eco de los festejos.Este Chile continúa demostrando que está a la altura de los grandes seleccionados del mundo. Hay un rasgo que lo demuestra más allá de los resultados: se anima a jugar contra la Argentina o Alemania sin inhibiciones. A La Roja no le importa el palmarés de los rivales. Los enfrenta mirándolos a la cara, de igual a igual. No es cuestión de nombres. No asustan ni Messi ni Cristiano Ronaldo. Lo comprobó el seleccionado brasileño -el del Penta, el de la tradición de cracks- en el inicio de las actuales Eliminatorias. En Santiago vieron cómo Chile los atropellaba, los atacaba, los desbordaba. No hubo ni una pizca de azar en el resultado: Chile ganó 2-0 y hasta coqueteó con la goleada. Una ovación fue el telón musical que acompañó a la despedida.
Tiene más virtudes este Chile. Una: está convencido de lo que debe hacer y de cómo hacerlo. Dos: impone condiciones y respeto en cualquier escenario. No por el peso de su historia. Sí, por esta impronta dominante en tiempo presente. Su última puesta en escena, en el 4-3 frente a Perú, en Lima, es una perfecta demostración de todo eso. Jugó al ataque bajo cualquier circunstancia. Cuando se puso en ventaja, cuando se lo dieron vuelta, cuando ganaba por dos goles. Por momentos, resulta un equipo devastador. Todo eso lo realizó ante un clima hostil desde el mismísimo momento del arribo a la capital peruana. Suele ser arduo el ambiente en el Clásico del Pacífico, como lo llaman. Hubo silbatina para el himno e insultos para todos. En el campo de juego, los agravios -pareció- sirvieron de impulso. En el vestuario dejaron escrito un mensaje: «¡Respeto! Por aquí pasó el campeón de América». Para que lo leyeran en Perú. En el continente. Y en el mundo entero…
Fuente: Clarin