El triunfo le pertenece a Neira, que metió los dos para dar vuelta el 0-1. También a sus compañeros, con más voluntad y aguante que tiki tiki.
Se le nota el apuro a Gimnasia. En su carrera por asegurar la permanencia, desea salir de la asfixia sin demoras y mete bocanadas, pero se atraganta. Hay que estar en el lugar del Lobo, que ya va por su tercera temporada consecutiva de paseo por abismos que entumecen y nublan el entendimiento. Se le podrá reclamar por modos y estilos, alejados de los que pretende Angel Cappa; sin embargo, no hay espacio para quejas por retaceo de esfuerzo. Al cabo, ese compromiso con la causa de la subsistencia fue lo que mantuvo a flote a Gimnasia. En la orilla, ya con la primera victoria de local en las manos, podrá reflexionar acerca de sus defectos. La premura le quita precisión, lo hace acelerar cuando la jugada sugiere pausa, salvo que Guillermo Barros Schelotto tenga participación. El Melli, de derecha al medio, se involucra en la gestación y tiene un compinche confiable en Juan Neira. El dúo aún busca la pata que sostenga el tridente. El Maestrico González confunde los libros, se tira de punta y se pierde entre los centrales rivales o alterna posiciones con el Melli sin que le sobre precisión para el armado. Pero con Juan, esta vez, alcanzó. Cómplice del Melli en el primero -madrugaron a todo Tigre a la salida de un córner- y hombre de área en el segundo para empujar un centro de Rieloff, hizo lo que a su equipo le cuesta por ausencia de especialista. Al ensayo de circulación prolija, al ras, en el que Gimnasia se prodiga le falta consistencia frente al arco ajeno. Córdoba, pedido con insistencia por los hinchas, no justificó esa demanda. De todos modos, bien vale rastrear al punta que sepa ubicarse en los últimos metros si el Lobo piensa insistir en avances por las bandas.
Tigre debió haberse llevado algo más (mal expulsado Galmarini y gol mal anulado en la misma jugada), incluso a despecho de las imperfecciones que, en defensa, compartió con su anfitrión. La apuesta de Arruabarrena aguanta un mal resultado: el primer pase de Castaño encontró continuidad en Martínez y, de allí, se replicó en una pareja desigual. El pequeño Morales, cerca del grandote Stracqualursi, produce una combinación de velocidad, pelota prolija y potencia que revela como acierto su ubicación. Fue por ellos, y por la desprotección que Gimnasia generó en su zona por su ambición, que Tigre merodeó el éxito. En la intervención de Sessa se encuentra parte de la explicación del desenlace.
De aliento largo, el Clausura promete resolución para los puestos de abajo, ahí donde se define a quién le toca la excursión por los paisajes de la BN, recién en un par de meses. Hasta entonces, Gimnasia deberá templar el ánimo, reforzar el ímpetu -anoche dio una muestra de lo que puede su espíritu blindado- y hacerse de paciencia para no atolondrarse. Está comprobado que jamás podrá convertir el segundo gol antes que el primero…
Fuente: Olé