El instrumentista Marcelo Katz, al frente del trío Mudos por el Celuloide, presentará el domingo en la Biblioteca Nacional un álbum con músicas compuestas para algunos clásicos del cine mudo creados por Rene Clair, Fritz Lang, Luis Buñuel y Friedrich Murnau, entre otros.
«El trabajo busca respetar la tradición, el leit motiv original, pero a la vez aportar algo de las progresiones armónicas actuales, o los timbres o la plasticidad de este tiempo. Y ese cruce es maravilloso», explicó Katz en diálogo con Télam.
El álbum «Marcelo Katz & Mudos por el Celuloide» nació en 2006 a partir de una convocatoria del Instituto Goethe para musicalizar las proyecciones de “Cinco historias tenebrosas” de Richard Oswald.
A esa cinta le siguieron “Fausto”, de Murnau; “Hamlet”, de Sven Gade; “Espías”, de Fritz Lang; “La última carcajada”, de Murnau; y “La maravillosa mentira de Nina Petrowna”, de Hans Schwarz.
El disco que cobró vida de esas proyecciones no estaba previsto en el plan inicial («se pensó el proyecto como un gesto de arte efímero», dijo Katz)- y será presentado el domingo desde las 17 en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502), pero ya sin fragmentos de las películas porque el proyecto alcanzó un nivel de maduración que «las imágenes ya ni hacen falta».
El 9 de junio se volverá a presentar el disco en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes (Rufino de Elizalde 2831) y al día siguiente -con proyecciones- en la sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata.
En el formato de trío, Katz fue acompañado por Demián Luaces (violín, viola, piano, flautas dulces, percusión y voz) y Eliana Liuni (saxo, clarinete, flautas dulces, serrucho y percusión).
-¿Qué parámetros se utilizan para componer música a partir del estímulo y el condicionante de las imágenes y en vista de que esas proyecciones tenían su acompañamiento sonoro?
-En el cortometraje «Un perro andaluz» (Luis Buñuel-Salvador Dalí), por ejemplo, estaba acompañado por motivos de la ópera «Tristán e Isolda» de Richard Wagner y por un tango. El corto «El ballet mecánico» fue en su momento la puesta en imágenes de la música de George Antheil y ahora lo que me propusieron fue hacer el camino inverso a partir de la película.
Fueron artistas tremendos con una imaginación maravillosa. Ponerles música fue una experiencia muy linda, en especial para mí que soy un amante del cine.
Quisimos, por un lado, respetar algo de la tradición, el leit motiv original, pero con elementos de la armonía, de lo tímbrico y de la plasticidad que tiene la música contemporánea.
-¿Las ideas establecidas como, por caso, que un acorde mayor produce un sentimiento de alegría; uno menor, tristeza; uno aumentado, euforia; uno disminuido, angustia… sirven de guías para elegir la atmósfera sobre la que se construye la composición?
– Claro… Con solo poner un acorde mayor se genera algo. En el «Fausto» de Murnau armé una marcha con acordes mayores para unas escenas en las que aparecía en ejército y eso ayudaba a que se creara el sonido del bronce.
– ¿El hecho de no trabajar con obras contemporáneas te dio más libertad para incorporar elementos musicales despojado de toda opinión?
– Siempre digo un poco en chiste y en serio que lo mejor que te puede pasar es trabajar con directores muertos. La música cumple así otra función en la película y, ya en este proyecto del disco, asume un desarrollo propio.
– ¿Qué margen de improvisación tenía el trío durante las proyecciones que precedieron al disco?.
– Bastante porque era muy difícil seguir la partitura a tiempo real y sincronizarla con la película. Más porque las cintas de 35mm a veces había que pasarlas por un cristal diferente y eso hacía que las proyecciones se aceleraran o se demoraran varios minutos.
Por supuesto, no era una improvisación sobre la nada, se toman el leit motiv de la melodía y se trabajaba con respeto a esa estructura.