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Y un día las vacas volaron

Escrito y dirigido por Sebastián Borensztein y encabezado por Ricardo Darín, el film se basa en una historia real: una vaca cae del cielo y mata a una joven. El absurdo hecho une las vidas de un chino y un ex combatiente de Malvinas, devenido en ermitaño ferretero.

Un día, hace más de diez años, Sebastián Borensztein leyó en el diario el título: “Una vaca hunde a un barco”, la noticia era justamente sobre una vaca que habían arrojado desde un avión ruso y que había caído en un barco japonés. Y cuenta que esa imagen lo enloqueció. “No me la podía quitar de la cabeza -recuerda Borensztein-. Pensaba en los pescadores que ya terminaron su faena diaria, sentados en la cubierta de su barco y de pronto ven un puntito negro en el cielo que se acerca, se acerca, se acerca y es una vaca. Y me dije esto tiene que ser el comienzo de una próxima película”.

Y así fue. Su próxima película “Un cuento chino” -la segunda de Borensztein, la primera fue “La suerte está echada” con Marcelo Mazzarello y Gastón Pauls- llega a todas las salas mañana y arranca justamente con la escena de la noticia absurda que leyó el hijo de Tato Bores aquella vez en el diario. Un lago de china y dos enamorados a punto de comprometerse en un bote. La imagen es perfecta hasta que una vaca cae del cielo y mata a la chica.

¿Qué tiene que ver esta escena con Ricardo Darín, el protagonista de la película? El es Roberto, un ex combatiente de Malvinas devenido en ermitaño ferretero, un hombre gris, dolorido, golpeado por la vida que además, colecciona muchas cosas, entre ellas, noticias absurdas. Su vida parece haberse detenido hace 20 años a causa de un duro revés del destino y desde entonces vive recluido en su casa, atrincherado, sumergido en una vida rutinaria, lejos de todo contacto con las personas y el mundo.

“Para Roberto, la ferretería es su único contacto con la realidad. Tiene una vida muy rutinaria, cada sábado visita la tumba de sus padres en el cementerio y va a aeroparque a ver los aviones. Un día, de la nada, se le aparece un chino que no habla ni una palabra en castellano y que anda perdido por Buenos Aires en busca de su único familiar vivo. Circunstancialmente Roberto se hace cargo de este personaje y le da una mano, pero no tiene suerte. Conclusión: este hombre rutinario se ve obligado a convivir con un chino al que no le entiende ni una palabra (ni el chino a él)”, cuenta Ricardo Darín sobre su personaje.

Es así que la rutina perfectamente programada y cronometrada (todos los días se acuesta y apaga la luz exactamente cuando su reloj marca las once de la noche) se rompe completamente cuando la aparición de este extraño, con el cual se ve obligado a convivir en su propia casa, y con quien sólo puede comunicarse a través de señas, lo despierta y lo trae de regreso a la vida.

“Lo que más causa gracia en la película es la acumulación de capas y de situaciones absurdas que atraviesan los dos personajes”, sostuvo Darín con respecto al humor que provocan las desventuras de Roberto y Jun (el chino en cuestión), y agregó: “Uno tiene que ser fiel a su personaje y a sus sufrimientos, porque el resto lo pone el espectador”.

En la historia también está Mary (Muriel Santa Ana), una mujer muy positiva, fresca, conversadora y frontal que está enamorada de Roberto y sueña con traspasar su coraza.

“Tuve mucha suerte de que apareciera esta historia en la que transitamos un humor muy poco frecuente”, afirmó Darín, y explicó que “el humor generalmente nace en el dolor y esta es una buena oportunidad para demostrarlo. La película está plagada de situaciones complicadas y difíciles, pero el humor nos permite recorrerlas”.

Fuente: La Razón

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