Una nave de lujo arribó ayer a Buenos Aires, proveniente de Europa. Es la primera de gran porte en atracar en la Ciudad. Infobae.com acompañó a los turistas en la llegada
Viajar en un crucero es una experiencia diferente. No es «hacer playa», ni recorrer un sitio turístico en el propio sentido de la palabra. Sin embargo, es todo eso al mismo tiempo.
Ayer por la mañana arribó a las costas de la Ciudad el MSC Lírica, un crucero de 12 pisos, 251 metros de largo y 28 de ancho, 59 mil toneladas y capacidad para albergar a 2.069 huéspedes y cerca de 800 tripulantes de las más diversas nacionalidades, entre indonesios, italianos, indios, paquistaníes, brasileños y argentinos, entre otros.
La nave llegó al país a las 9 desde Génova, Italia, desde donde recorrió once puertos de Europa y Brasil hasta llegar a Buenos Aires.
Infobae.com acompañó a los turistas durante el último tramo del viaje, entre los puertos de Río de Janeiro y el porteño. Luego de 21 días de travesía, muchos estaban ansiosos por pisar tierra, otros no tanto, pero sí destacaron lo bien que la pasaron.
El MSC Lírica partió de Génova y pisó las ciudades de Marsella, Barcelona, Cádiz, Casablanca, Arrecife, Tenerife (todas ellas en Europa), Recife, Salvador de Bahía, Buzios y Río de Janeiro (en Brasil) hasta llegar a la Ciudad.
Los pasajeros remarcaron el buen tiempo reinante en la mayor parte del trayecto («salvo el segundo día de viaje, que hubo unas olas tremendas por la zona del Mediterráneo por la que pasábamos», indicó Norma, cordobesa, mientras disfrutaba del sauna del barco).
No obstante, las dos últimas jornadas la situación fue diferente: nublado, con viento y frío. Frente a esto, no se desanimaron, y cambiaron la pileta de cubierta, los jacuzzi y el minigolf al «aire libre» por actividades indoors: los más entusiastas visitaron el gimnasio; los que buscaban un «descanso del descanso» antes de bajar definitivamente optaron por los masajes, el sauna o la sala de relajación; las señoras coquetas, ansiosas por ser tomadas por las cámaras al arribar, concurrieron en masa a la peluquería por peinados y arreglos de manos y pies y al spa por tratamientos faciales; y al resto del pasaje pudo vérselo en los salones, diez bares y cafeterías charlando, leyendo en la biblioteca o fumando en un salón apto para tal fin.
Y el casino también cumplió un rol fundamental en la etapa final del viaje: tal vez con la intención de recuperar los gastos de las vacaciones, pudo verse a varios pasajeros jugando sus últimas fichas a bordo.
Las noches también tuvieron su magia. El MSC Lírica cuenta con un teatro, que cada día presenta un espectáculo diferente. Bailarines eximios y cantantes de gran calidad fueron los protagonistas en los shows del Broadway Theatre, acompañados de acróbatas y tres jóvenes contorsionistas mongólicas que dejaron boquiabierto a más de un pasajero.
Y los más jóvenes, que en este viaje no eran muchos, pero no por ello pasaron desapercibidos, se reunieron cada noche después de la cena en la disco para bailar al ritmo de un DJ argentino, ávido porque nadie se quedara sin mover los pies y abierto a las decenas de sugerencias de temas que le acercaban los danzarines.
Entre las personalidades que acompañaron a los turistas se destacaron los shows de música y humor del argentino Guillermo Guido, que también participó de los grandes espectáculos en el teatro, y las clases de cocina del chef Martiniano Molina. Embarcó en Río de Janeiro, con la intención de elaborar 10 platos para el último tramo del viaje, debido a que se trató de un crucero enogastronómico, en el que participaron cocineros de distintos países en la confección del menú de los restaurantes.
Un punto saliente fue la cena de gala, en la que con sus mejores atuendos los pasajeros participaron del cocktail con el capitán, Antonio Siviero, y luego del buffet Magnífico en cubierta, a la medianoche, con platos salados, sushi y dulces rodeando estupendas esculturas de hielo.
La llegada fue emocionante. El día amaneció con sólo algunas nubes sobre el Río de la Plata, y no tan a lo lejos ya se divisaba la ciudad de Buenos Aires, congelada, con sus edificios. Estaba bajo una nube gris, lo que preveía un feriado con algo de calor pero posibles lluvias (algo que sucedió por la tarde).
Las señoras se dieron el gusto de bajar con sus permanentes al viento, desafiando la humedad porteña tan típica. Los señores italianos, ingleses y alemanes intentaron capturar las imágenes de esta ciudad tan lejana y ajena para muchos de ellos.
Y así terminó la travesía, que paradójicamente y de inmediato se transformó en un inicio, el de la temporada 2010-2011 de cruceros en la Argentina.
Fuente: Infobae