La corista aseguró que el artista la marginó de su próxima gira; «Bueno hija, tenemos que bajar seis kilitos», le habría dicho
La cantante Claudia Puyó, que se desempeñaba como corista de Fito Páez, acusó al cantautor rosarino de haberla excluido de la gira que festeja los veinte años del disco El amor después del amor, por encontrarla «gorda», según confesó en declaraciones a Radio Mitre.
«Fue muy fuerte, [me dijeron] que bajara de peso», aseguró la mujer. «Páez dijo: bueno hija, tenemos que bajar seis kilitos», recordó, y se comparó irónicamente con una famosa cantante norteamericana: «¿Cómo? ¿A Aretha Franklin le hubiesen dicho lo mismo? Ya veo, onda: vos Aretha cantás muy bien, pero ¿me bajás unos kilitos?, porque sos una gorda y también sos negra», dijo.
Días antes, en una entrevista publicada por el diario marplatense LA CAPITAL el viernes 18, la cantante había indicado: «Fue la última vez que me viste con ese muchacho, la cuestión no daba más, fue un maltrato horrible, no quiero hablar más de eso porque me parece espantoso».
La corista además indicó que el músico le pidió bajar el tono en una de las canciones más emblemáticas, situación que según ella es casi imposible por su registro vocal.
«Estuve intentándolo, pero a ellos no les gustó mi opinión (.) dije que cantar El amor después del amor un tono y medio abajo era un chiste», recordó, y afirmó: «Parece que no les cayó bien».
Luego agregó: «Ellos me convocaron, me hicieron ensayar y después me echaron, ni siquiera me llamaron por teléfono para decírmelo, sólo me mandaron un mail, bastante horrible, feo, me sentí como el orto». «Yo creo en la música más que nada, pero evitemos a ese muchacho porque si tengo un problema voy y le bajo los dientes», aseguró.
Ayer, Puyó se mostró arrepentida de sus dichos al publicar en su muro de Facebook: «Queridos amigos. Quiero disculparme por hablar de más, donde no debía… jamás pensé, que trascendería tanto». «No soy mediática ni me interesa serlo por este tipo de acontecimientos», aseguró.
Fuente: La Nación
Foto: Archivo / LA NACION