Entrevista de Tiempo Argentino a Dolores Fonzi. Este jueves se estrena la película El Crítico, de Hernán Guerschuny, donde esta gran actriz se luce en un papel protagónico.
Nota de Tiempo Argentino
Si se busca a alguien para que desestructure tan sólo con una sonrisa a un tipo oscuro y amargado por las peripecias de la vida y el agobio laboral, se debe buscar una actriz que no sólo sea bella, sino que tenga una mirada que transmita y que pueda encarnar sin esfuerzo a alguien con la frescura y efervescencia que este desafío implica. Hernan Guerschuny, director de El Crítico, un estreno de este jueves, se dio cuenta en un festival de cine en Mar del Plata que la había encontrado: esa actriz es Dolores Fonzi.
«Me dijo la frase clásica: ‘Tengo un guión, es una ópera prima.’ Me lo mandó, lo leí, me gustó, y dije que sí», resume Dolores sobre su llegada a este proyecto.
Fonzi, 35 años, dos hijos, sintió que era una buena oportunidad para divertirse haciendo un personaje liviano, típico de comedia romántica cliché, «pero riéndonos de eso». Tenía, para ella, un sentido del humor inteligente, para poner en evidencia a los géneros y los arquetipos para personajes del cine. «Es una película que se ríe de las etiquetas», dice Fonzi, y se ríe con una risita corta, entre pícara y mordaz, que repetirá varias veces durante la entrevista.
–¿Qué etiqueta tiene tu personaje?, ¿la de «chica perfecta»?
–No. De hecho, es torpe y atolondrada, en contraposición con el personaje de Rafa Spregelburd. Eso fue lo divertido: había que romper la estructura del personaje que, era alguien poco flexible.
–El mensaje sería: «Siempre hay oportunidades de liberarse de las propias estructuras», ¿no?
–Siento que las estructuras están buenas para mantener un orden de ciertos aspectos de la vida, pero creo que deben modificarse según las necesidades. Esa estructura está buena para poder destruirla y volver a construir otra, y así, en función de las necesidades que cada uno tenga de armar nuevas. En ese sentido, tengo en común algo con este personaje que me tocó aunque, obviamente, en esta película eso está llevado a un extremo. Pero trato de poder reírme de todo. Me gusta eso: intento reírme de lo que ya no funciona. No me agarro a algo, o no me ato a algo para siempre. A nada.
–¿Como ves que interpreta Rafael Spregelburd?
–Es alguien a quien le cuesta entregarse a la idea de encontrar al amor. Cuando lo hace, lo vive con mucha culpa, como una tortura. No puede creer que se haya enamorado de alguien tan distinto a él, y a la vez le cuesta abrirse a eso. Pero por otro lado lo hace, no le queda otra, porque si no estaría muerto.
–¿Creés que el trabajo de un actor habla por él?
–Sí, pero no juzgo ninguna de las dos opciones: hablar o no. Hay actores que son muy buenos actuando y no tan buenos hablando, y otros muy buenos hablando y a la hora de actuar, bueno, depende del papel que les toque. Creo que todo radica en lo que elegís hacer y cómo lo hacés. No lo encasillaría en ese sentido de «este habla, este no». De todas formas, me parece que uno trata de ser lo mas inteligente posible para defender una película, o cuando tenés que exponer quién sos en una entrevista, porque todo el tiempo hay una tensión de tratar de decir algo que tenga un sentido. Pero, bueno, es parte del trabajo.
«Me importa lo que digan personas que yo admiro o quiero. Estar en una obra y que mi hermano me mande un mensaje».
–¿Sentís que vas evolucionando como actriz?
–Creo que, básicamente, el trabajo que hago conmigo misma hace que como actriz posea más control y conciencia sobre qué tengo para dar, qué quiero dar o qué puedo ofrecer, para qué soy buena y para qué no soy buena. Hablo de terapia, de reflexión personal, de ver en qué ando, en qué estoy, dónde estoy parada, qué hago mal o bien, qué me gustaría cambiar… todo eso. Como que hay algo que con el tiempo va cambiando en uno, pero no sé tampoco bien qué es. Como que la evolución tiene que ver con ser cada vez más uno, y como actor, conocerse. Por lo tanto, poder liberar cosas para poder comprender más a los personajes, porque así te comprendés a vos mismo.
–¿Y sin intelectualizarlo, para no perder espontaneidad?
–Claro. Desde un lado sensorial, e intuitivo también, podés jugar más. Me conozco mucho más que a los 20 años. Hay algo que de ahí se puede ver, en función de la actuación, como una ventaja. Es esa dualidad de tener más control, pero para poder soltarlo más. Control para poder perder el control, dirigido hacia algún lado. Siempre con conciencia de lo que estás haciendo, ¡porque no es que entrás en trance! Es ambiguo, pero siento que es eso el laburo del actor. Cuando más disfruto y cuando más gozo trabajando es cuando puedo saber exactamente lo que estoy haciendo, pero me entrego a la escena sin vueltas. Cuando tengo conciencia de un trabajo previo, pero en el momento me olvido para poder hacer la escena.
–¿El lenguaje del cine es el que te sienta más cómodo?
–No, no te creas. En lo teatral, como en lo cinematográfico y televisivo, siento que uno va adquiriendo experiencia para sumarla toda, cada uno de distintas maneras. Como que el cine necesita que se condense mucho en un plano de tres segundos, y en la tele se debe tener un músculo emocional ejercitado para poder hacer ocho escenas en tres horas. Y el teatro, con su transcurrir tan particular, es donde se es más verdadero, porque estás ahí, frente al público. Los tres ambientes son distintos y en los tres hay que encontrar la manera de poder dar lo que uno ya sabe que puede darle al trabajo.
–¿Hay ámbitos más cómodos que otros?
–Pero no siempre la incomodidad es algo en contra. A veces es a favor. Es subjetivo. En terapia fue bastante ameno el ambiente laboral, pero las escenas eran difíciles y desafiantes. Eso estuvo buenísimo, porque cuando encontrás el tono de lo que le pasa al personaje, despues de que te costó, todo fluye maravillosamente bien.
–¿Cómo se maneja el egocentrismo natural, cuando te palmean la espalda o te felicitan?
–Hay que soltar lo del ego. No te trae nada bueno si te dejás dominar por él. Es agarrarte de algo. No te deja adquirir nuevas experiencias o abrirte a otros mundos. No veo como algo bueno a cualquier cosa que te tenga estancado en algo. En el budismo está muy mal visto; no soy budista pero leí algo que me interesó: «La arrogancia o el orgullo injustificado son dos formas de autoengaño.» La persona arrogante se engaña a sí misma al creerse más capacitada o atractiva de lo que realmente es. Me afecta lo que importa, nada más.
–¿Qué te importa?
–Me importa lo que digan personas que yo admiro o quiero. Estar en una obra y que mi hermano me mande un mensaje; eso me puede llegar a importar, ponele. Ahora bien, siempre que traten bien, a uno le gusta. No estoy pendiente de ser bella, inteligente o interesante, porque alguien así no la pasa bien. Hay que estar pendiente de otras cosas, y lo otro sucede o no. Siento que importa básicamente elegir algo que te guste, que te represente y que tenga que ver con vos, que puedas hacer algo que te sientas cómodo y si no te sentís a gusto, tratar de darlo vuelta para poder hacer algo con eso. Sobrevivir, ponele, pasándola bien (risas). «
Fonzi: «este año es un año tranquilo»
Los proyectos . «Este año es un año tranquilo. La prioridad la tengo yo. Me acomodo según mi interés. Con mis hijos tengo mucho trabajo, así que no estoy desesperada por laburar» reconoce Dolores, que desde el 2008 es pareja del actor mexicano Gael García Bernal, con quién tiene dos hijos: Lázaro nacido el 8 de enero del 2009 en Madrid, y Libertad nacida el 4 de abril de 2011 en Buenos Aires.
De todas formas, lo que la actriz argentina enuncia como «tranquilo» significa «no hacer televisión». Se refiere, en definitiva, a sólo tener por delante el rodaje de Patotas, una película de Santiago Mitre (el mismo de El estudiante) de la cual ya filmaron algo, y en julio se completa el resto del rodaje de este guión que –según la actriz de 35 años– va a sorprender por su originalidad.
Además, tiene el armado de algo en teatro. «Estamos preparando una obra con Mariana Chaud (la directora de Isósceles, que se realizó el año pasado en el Teatro Chacarerean). Ella está escribiendo algo para que actuemos ella y yo. Nos llevamos bien y seguro va estar bueno. Estoy ansiosa para ver con que me desafía», bromea Fonzi.
El crítico: guiños cinéfilos, aires de nouvelle vague y comedia romántica
Original. La película tiene dos momentos visuales: uno más nouvelle vague, más gris, de tiempos muertos, de montajes más inconexos, donde todo está más nublado, por decirlo de alguna manera.
Pero a medida que transcurren los 98 minutos de El Crítico, todo se tiñe de colores más emparentados con comedia romántica. De esa manera se va contando esta historia que se puede resumir en tres palabras: todo puede cambiar. Esta es la clave de este relato dirigido por Hernán Guerschuny, quien trabajó en un gran montaje junto con Agustín Rolandelli, logrando un guión que se teje sobre una historia de amor y llena de referencias cinéfilas.
Rafael Spregelburd, Dolores Fonzi y Ana Katz son los nombres más destacados de esta película que relata la vida de un severo y prestigioso crítico de cine, Víctor Téllez, harto de las comedias románticas y convencido de que lo mejor del séptimo arte murió. Tal vez por su oficio, sufre lo que él llama «La maladie du cinemá» (La enfermedad del cine): ve el mundo como si fuera una gran película que no puede evitar criticar. Buscando un nuevo departamento, conoce a Sofía, una mujer atractiva pero que poco tiene que ver con él. «Elemental, construida a base de clichés, con cara de película mala» es como la describe. El azar los pone en situaciones extrañamente idílicas, y él intenta escapar de una puesta que aborrece, pero sospecha que el género que más odia se está tomando revancha.
El camino hacia esta opera prima
Cinco semanas y un sábado. Eso duró el rodaje de El Crítico, la ópera prima del director Hernán Guerschuny, quien cuenta que hace mucho más tiempo que la idea daba vueltas en su cabeza.
«Viene de chico, desde cuando iba con mi abuelo al cine. Me gusta el ritual de la sala oscura y la manipulación sentimental a través de imágenes y sonidos. Recuerdo ver filmes de Alfred Hitchcock y volverme loco. Decidí rápidamente estudiar cine, pero la vida te va llevando por diferentes lugares y pude hacerla cuando acabo de cumplir 40 años. Mi error fue escribir una primera película bastante ambiciosa” dice Hernán, quien fundó hace 20 años la revista Haciendo Cine junto a Pablo Udenio.
«Quise en la película transmitir como ciertos prejuicios de la intelectualidad, juicios de valor estéticos o ideológicos, pueden impedir que vivamos algo que nos haga felices,” dice.
La película se presentó en festivales en Washington, Londres, Gijón, San Pablo e Istanbul, así como en el Bafici y el festival de Mar del Plata (donde ganó como mejor película de la sección Panorama Argentino).
«Demostró ser bastante universal, que era lo que me proponía, no solamente en términos geográficos sino bastante atemporal» reconoce Hernán. Para él, la clave fue encontrar a los actores: «A Rafa lo fui a ver a una obra de teatro y me di cuenta que era perfecto: es experto en lenguaje, es un lingüista, y no iba a sonar impostado. Y Dolores es perfecta: la ponés en pantalla y tenés ganas de seguir mirándola. Es muy inteligente y tiene gran sentido del humor. El casting es el 80% de una película, uno debe elegir buenos actores y saber bien lo que quiere de ello. Pero también hay que olvidarse de eso y jugar en el set».
Hernán ya está detrás un segundo film. «Estoy armando algo con Jazmín Stuart. En cuanto ella termine de filmar la que está dirigiendo, que se llama La búsqueda del tesoro, haremos una peli sobre parejas cerca de los cuarenta, en una casa de campo: sexo, drogas rock y mamaderas», dice.
Fuente: www.infonews.com – TODOSHOW