Cómo ser pop y no morir en el intento. La dura lucha de Martina Stoessel por dejar atrás el personaje edulcorado que la hizo mundialmente famosa y convertirse en una estrella. El karma del público efímero. Las quejas de la megacorporación Disney. Y el acuerdo con Macri.
Nota de Veintitrés
No todos lo saben, pero en el maravilloso mundo de Walt Disney hay leyes sagradas. Por esa causa, nunca veremos las orejas del emblemático ratón Mickey de perfil: está prohibido dibujarlas sin la redondez original. Tampoco se puede ser chica de la marca y mostrar las partes: nada de nada que hable de seducción está bien visto y los artistas lo aceptan desde el vamos, así como el hecho de la explotación total del personaje y el corporativismo a la hora de defender el producto. Tenga éxito o no.
Por eso, el silencio de radio en torno a Martina Stoessel hace ruido. “No hay comunicado oficial, la familia se ocupa de eso”, adelantan desde la empresa como si nada. Pero no pocas cosas pasaron en estos días en la vida de la chica de 17 años, que ya anotó su nombre en la memoria de millones de fans como Violetta.
No parece simple ser la cara de la primera coproducción entre Disney Channel de América Latina y de Europa que, acompañada de un elenco internacional, ya fue vendida a España, Italia, Francia, Israel, Rusia, Rumania, Bulgaria, Ucrania, Polonia y Turquía, y doblada a cinco idiomas. Un producto que nació a instancia de la filial local de la multinacional, pero que rápidamente se volvió un suceso que las marcas se disputan. Hasta ahora.
Todo marchaba según lo planeado: en marzo Stoessel firmó su contrato anual con Disney y unos días después fue declarada Embajadora Cultural porteña, algo que irritó a la compañía que históricamente se despega de cualquier figura política. “Los contratos son claros”, se quejan en la compañía y centran su enojo en los manejos de Alejandro Stoessel, padre de la criatura y quien le maneja los millones.
“Aunque dejé la mamadera a los 6 años, me chupé el dedo hasta los 12 años”, escribió Stoessel en su primer libro, en el que abundan sus fotos y que fue llamado Simplemente Tini por una razón comercial. De los dividendos generados por la explotación de la marca Violetta, una buena parte va para Disney, pero nadie puede tocar un centavo de lo que ella junte como persona. Por eso el recital “gratuito” que dio en el Planetario se llamó “La juntada tinista”. El problema es casi ético: en la firma dicen que el fenómeno se generó gracias al aparato internacional que ellos prestaron y ven estas actitudes como de deslealtad.
Ya en la presentación de la tercera temporada de la novela que la lanzó a la fama, Cecilia Mendonça, vicepresidenta y general manager de Disney Channel Latin America, desvinculaba el boom de la figura: “El éxito de las dos primeras temporadas de Violetta estaba basado en la conexión emocional que logramos con la audiencia, en la fuerza de nuestra narrativa, en la relevancia del contenido que ofrecemos –que repercute positivamente en el público– y en el talento del elenco y de los equipos creativos que hay detrás. Eso nos impulsó a continuar expandiendo la propuesta de esta telenovela teen y desarrollando artistas y fuerzas productivas europeas y latinoamericanas”. Disney debe lidiar con un fenómeno típico de estas series: el público es tan fanático como volátil, y puede pasar del multiconsumo al “ya no me gusta” en cuestión de meses.
Con el correr de los días, aparece con claridad que a los directivos de Disney no les cierran los manejos de Stoessel y se lo habrían hecho saber. Ex productor de Susana Giménez y Marcelo Tinelli –a quien le sacó una millonaria suma indemnizatoria–, Alejandro, el jefe de familia, conoce el rubro a la perfección y no se asusta fácil. “Llevaba tiempo organizando presentaciones de la chica como Tini y las cobraba aparte: en Disney muchos se preguntan si en la compañía alguien hacía la vista gorda por alguna causa, pero ahora desde Estados Unidos dieron la orden de poner un límite”, asume una alta fuente de la marca. Según admiten, el colmo fue cuando Alejandro llegó a negar a la niña para notas en Radio Disney, pero la cedía “al mejor postor”, previo cobro de cachet.
¿Será por eso que nadie, más que su padre, salió a bancar a Tini ante los rumores sobre supuestos problemas de salud? La versión periodística surgió en el portal Primicias.ya: “Martina Stoessel estaría atravesando graves problemas alimentarios, que serían a causa de una anorexia que viene sufriendo”. A las pocas horas, la información estaba viralizada en la Web y generó preocupación entre los millones de seguidores de Violetta. Y aunque Alejandro negó todo y amenazó con demandar a los medios por “bullying mediático”, el portal que dirige Jorge Rial no tardó en responderle. “Si uno ve el film de Violetta, en una parte de la peli, una de las bailarinas, una nena muy flaca y de pelo rubio, manifiesta la frase: ‘En Disney aprendimos en 6 meses lo que otros aprenden en 6 años’. Esa rapidez, esa velocidad y esa exigencia que se les pone a los artistas, tranquilamente podría derivar en trastornos de diversos tipos”.
En este caso vale la pregunta: ¿a Martina Stoessel el ritmo se lo marca la multinacional o su propio padre? La chica enfrenta la tercera temporada de la novela y fue la elegida por Disney para interpretar el tema central de la película Frozen en su edición latina, a lo que se sumó una gira mundial con más de 200 shows por América Latina y Europa. A eso hay que agregar los extras que le organizó su progenitor como “Tini”.
Con el correr de los días, aparece con claridad que a los directivos de Disney no les cierran los manejos de Stoessel y se lo habrían hecho saber
Antes, con sólo 13 años, tuvo que hacer frente a la primera temporada de la novela, con la que la audiencia de Disney Channel creció 93 por ciento, llegando a liderar los primeros puestos en la Argentina, Colombia, Chile, España, Turquía, México, Rusia. Además, su primer CD alcanzó rápidamente el disco de oro en Colombia y Chile, platino en Uruguay y Venezuela, y cuádruple platino en la Argentina, superando las 180 mil copias vendidas. Al año siguiente, a Tini la esperaba un segundo disco, que alcanzó el triple platino en semanas. Está claro: el estrés laboral no es cosa nueva en la vida de esta teen. Ser fenómeno juvenil no es gratis y Martina tuvo que crecer al ritmo de Violetta, que sólo en las 77 funciones –dos por día– que dio en el Gran Rex alcanzó ganancias por 62 millones de pesos, nada más que en concepto de entradas.
Como para generar más suspicacias, en Disney confirman que aún no se definió si Violetta repetirá la cruzada en el teatro en las próximas vacaciones de invierno. “A esta altura no se definió nada, tal vez se le dé descanso”, deslizan en la empresa ante lo obvio: en mayo del año pasado los shows estaban completamente agotados.
A cambio de un dinero que manejará recién en unos meses, cuando en marzo de 2015 se emancipe, Tini transita como lady en el mundo de la no transparencia y la frivolidad. Fanática confesa de los perfumes, amante de la moda y los zapatos, el tiramisú de su madre y las milanesas con papas fritas, también tuvo que dejar cosas. A pocos meses del éxito, cerró su cuenta de Facebook y en esa red social sólo se la encuentra como personaje, porque recibía muchos mensajes y además porque, por contrato, no podía mostrar sus fotos íntimas. Una cláusula que también cumple en Twitter, donde sube fotos de su ambiente laboral, con su padre o hermano, pero nunca con su novio, desde que se confirmaron los rumores sobre el romance con el actor Peter Lanzani.
“Otra cosa que es difícil, a pesar de que me halaga y lo agradezco, es que muchos adultos me dicen que soy un ejemplo para la juventud. Eso me genera mucha responsabilidad, no es algo que le pase a cualquier chica de 16 años. En realidad, desde que trabajo, hay un montón de cosas que empecé a descubrir y no pensé ni que existían”, dijo el año pasado la artista a una revista del corazón. Nunca imaginó la que se le venía, no sólo con la prensa. Algunos –no muchos– años antes, esa misma niña le reclamaba a su padre: “Quiero ser como Susana”, mientras lo correteaba por los estudios de Telefé. A la edad en la que cualquier chica mira las cosas por TV, ella las vivía desde adentro.
Cuando el vértigo pase, Martina verá qué le depara el éxito. De su entorno, la primera impresión dice que tal vez el más perjudicado por el disgusto entre la multinacional y el jefe de los Stoessel sea Francisco, su hermano un año menor, que mostró varias veces intenciones y aptitudes estéticas para colarse en la pantalla chica, sin mucha suerte aún.
Dice en su libro que siempre quiso firmar autógrafos. “Antes de ser Violetta, firmaba las pruebas del colegio con la leyenda: ‘Con mucho amor, Martina’”. Como sea, si es que tiene tiempo de escribirlo, 2014 pasará a la historia en el diario de Tini Stoessel como el año de la mutación. Un lento duelo que, al final del proceso, mostrará qué sale del capullo, sin olvidar que en el mundo de oropel y fantasía que representa, también hay reglas y contratos que cumplir.
La juntada de los tres millones
Se acercó el padre y quiso hacer la juntada más grande, que hasta ahora era la de Soda Stereo (el show en la 9 de Julio) y de nadie más. Fue algo increíble. Yo no conocía lo que generaba Violetta en la Argentina y en el mundo. Es un suceso en todas partes”, explicó al día siguiente del show Mauricio Macri ante la consulta sobre el costo.
Después, el ministro de Cultura Hernán Lombardi salió a aclarar que el recital de Stoessel, que según los organizadores contó con más de 250 mil personas, le costó a la ciudad de Buenos Aires unos tres millones de pesos, con el cachet de la cantante incluido. La afirmación del jefe de gobierno de que “Violetta no cobró nada por el recital” sólo podía comprenderse por razones comerciales: el personaje de Disney no fue el que estuvo sobre tablas, sino Tini. Además, en el acuerdo entró Francisco, el menor de los Stoessel, que demostró sus dotes como DJ.
La insistencia de Macri no es casual: hace dos años el Pro realizó denuncias y un pedido de informes por el pago de 425 mil pesos que realizó el gobierno de la provincia de Santa Fe a Fito Páez, por un show también gratuito. Haz lo que yo digo…
El espejo de Miley
No es la primera ni la última arrepentida en el mundo Disney. Miley Cyrus es el mejor ejemplo de las niñas que llegan a ser emblemas de Disney y terminan destacándose por su perfil de escandalosa femme fatal.
Llegó a la popularidad por su papel de Hannah Montana, una niña rústica, con personalidad y el aprecio del efímero público infantil, al que pronto le mostró la otra cara. Con la mayoría de edad, Miley se despegó del viejo tío Walt y, casi sin escalas, aceptó salir sin ropa en las revistas y campañas publicitarias, además de mostrarse afecta a la marihuana. Aunque tal vez lo más despiadado que haya hecho fue expresar su total desprecio contra los locos bajitos: “Odio a los niños”, afirmó el año pasado.
Con la bendición de Madonna, este año la cantante comenzó su “Bangerz Tour”. Un poco antes posó desnuda y con la cabeza rapada para una marca. Ante el estupor mediático, su padre, el músico Billy Ray Cyrus, fue lapidario: “Hannah Montana destruyó a mi familia. Odio decirlo, pero sí… lo haría todo de nuevo en un segundo. Que mi familia esté aquí y que todos estén bien, seguros, felices y normales, habría sido fantástico. Sí, lo borraría todo si pudiera”.
Una frase que Alejandro Stoessel, creador del fenómeno Violetta protagonizado por su hija, desearía no tener que decir nunca.
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