Lejos de parecerse a “la vida misma”, como reza el slogan del programa, en la casa más famosa de la tevé reina la farsa, el engaño y el dramatismo desmedido y banal.
Luz Ríos, la última expulsada de la casa de “Gran Hermano 2011” (Telefé), estuvo en “Intrusos”, el ciclo que Jorge Rial conduce por América. Allí, la rubia habló de sus vivencias en el reality, el fin del distanciamiento con su padre y las estrategias que Cristian U. realiza para ganar el juego. “Cristian volvió a ingresar a la casa porque mientras estuvo afuera notó el apoyo que tenía”, dijo, y agregó: “El que volvió no es el mismo que se fue. Se cree Dios.” Fuerte.
Cuando “Gran Hermano” arrancó, allá por 2001, algunos vaticinaban que el reality serviría como un enorme termómetro social, que los protagonistas, tomados de “la vida real”, darían muestra de lo que en ese momento estaban pensando aquellos que miraban el programa. No obstante, cada vez menos, los participantes de la casa “más famosa” del país se parecen a la gente de “la realidad”. A la inversa, son cada vez más “actores” los que entran a un juego cada vez menos parecido a lo que sucede en casa (¿qué vendría a ser de la realidad “la fulminante”?).
Una de las anotaciones de este “Gran Hermano 2011” cuando comenzó fue que todos los participantes eran lindos y todos potenciales conductores de programas de trasnoche, potenciales vedettes, potenciales llorones de emisiones de chimentos. Ya no quedan -puertas adentro- de los especímenes que hubiera cuando Marcelo Corazza se llevaba el premio por su humildad.
La ley parece ser ahora la actuación, la farsa, el engaño, el dramatismo desmedido y banal. No extraña que en semejante contexto un tipo que gana al pool metiendo las bochas con la mano se autoproclame como “el más mejor” de la historia del reality. Y no extraña que Luz salga con los ojos llenos de lágrimas a decir que “el mejor regalo” que le dio GH fue que su padre le dijera que la ama. Parte almas.
Sólo queda agradecer que eso a uno no le pase.
Fuente: La Razón