Día a día crece en forma sistemática la cantidad de personas que viven en asentamientos urbanos, reflejando hondas distancias entre lo que esgrime desde los atriles el gobierno nacional y la realidad. Síntomas de una Argentina que muchos buscan tapar y que no se hable de las mismas en los medios de comunicación.
La Argentina de hoy es un país dividido no sólo por las diferencias políticas entre los distintos actores de la realidad nacional, sino también por las diferencias sociales que cada día son más marcadas en un país donde los que no tienen nada están totalmente marginados del sistema.
La situación social en nuestro país hace mucho que dejó de estar entre las mejores, y de aquellos dorados años ’40 y ’50 donde se gozó de un bienestar mayúsculo y la clase trabajadora aportaba el 53 por ciento del PBI, se pasó a este contexto en que los trabajadores apenas si rozan el 20 por ciento su participación en el total del producto bruto nacional y con millones de pobres e indigentes, que lastiman a todos los que quieren una Argentina grande y en crecimiento.
Los cambios en la distribución territorial de la población se presentan también en el sistema de asentamientos de población, específicamente en la relación entre asentamientos urbanos y rurales. Ya se ha marcado el alto nivel de urbanización que el país presentó en el siglo XX, con niveles superiores al 50% a principios del mismo y prácticamente del 90% en el 2001. El sistema urbano nacional estuvo históricamente caracterizado por el alto nivel de concentración en la ciudad de Buenos Aires.
Una de esas interpretaciones ha puesto énfasis en el carácter territorialmente concentrado del poblamiento del país. La desigual distribución de la población en el territorio es el resultado de procesos específicos de valorización del mismo a lo largo del tiempo, no habiendo indicios de que posea un carácter condicionante ni limitante para la sociedad.
Más aún, permite reconocer que en la segunda mitad del siglo pasado se presentan tendencias que, sin modificar la distribución heredada, van hacia la desconcentración. La evidencia disponible muestra que el conjunto del sistema urbano nacional viene transformándose: va surgiendo un conjunto creciente de unidades urbanas de tamaño intermedio, distribuidas en todo el territorio nacional.
Lo llamativo es que no existe en el ámbito estatal información estadística sobre las villas de emergencia: la cantidad y los lugares donde están radicadas, el porcentaje real de incremento en los últimos años y las características específicas de cada una de ellas. Existen datos sueltos, engrosados con un informe, luego convertido en libro, de la Universidad Nacional de General Sarmiento, a través de su equipo de investigación Infohábitat, realizado en 2006. Allí se establece que en el área metropolitana existen 1.650.000 habitantes, radicados en 819 villas y asentamientos precarios.
Datos suministrados por el mismo oficialismo, dan cuenta que en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), existen más de 1.000 asentamientos populares de muy baja calidad en los que viven hacinados y en tétricas condiciones más de dos millones de habitantes, con la falta de los servicios y condiciones magras de higiene que eso representa. Casas hechas con cartones, chapas rotas, vidrios, maderas, etc, es el panorama común en estos asentamientos, donde las esperanzas de una generación entera han sido perdidas.
En un análisis más profundo de los datos,puede verse que entre el 2001 y 2006 la población general del AMBA aumentó en un 6,6% al pasar de 8,6 a 9,2 millones de habitantes mientras que las villas se multiplicaron en un 57.5%. Además, en el año 2001, antes del estallido de la gran crisis política y económica nacional, medio millón de personas vivía en estos asentamientos, y esto creció hasta superar los dos millones de ciudadanos en este 2011.
A la luz de estos datos, resulta risorio que desde el Indec se indique que la pobreza y la indigencia han bajado considerablemente en los últimos años, cuando la realidad mujestra una cosa totalmente diferente. El diputado nacional por Proyecto Sur, Claudio Lozano, que dirige el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP), sacó hace poco un informe en el cual se afirma que desde los años 2006 al 2010, la Argentina incrementó su cantidad de indigentes en 1,1 millones de personas, pasando de 4,3 millones a 5,4 millones de habitantes.
Este caer en la indigencia que sufre la población argentina, que es negada en forma sistemática por un gobierno nacional que no para de “dibujar” los números de las estadísticas oficiales, ha llevado a que entre el 2006 y el 2010 el crecimiento vegetativo de la población fuera de 1,5 millones, al pasar del 38,5 a 40 millones de habitantes.
De esta manera, se deduce que en nuestro país siete de cada diez chicos que nacieron en territorio nacional, pasaron a ser miembros de la pobreza profunda que vive la Argentina desde hace décadas, no cubriendo sus necesidades básicas ni pudiendo alimentarse como un chico debe para crecer sano y feliz en este mundo.
Según el IPYPP el gobierno no hace más que “desestimar” las cifras reales de pobreza e indigencia, las que según el instituto privado se “subestiman” entre un 61 y un 77 por ciento. El estudio indica que el Indec “oculta la existencia de casi 7,4 millones de pobres, de los cuales 4,2 millones están pasando hambre”.
En síntesis, el informe del instituto que dirige Lozano señala que en la República Argentina hay 12,2 millones de pobres y 5,4 millones de indigentes, un 30,5 y 13,5 por ciento de la población, respectivamente, mientras que el INDEC reconoce solo 4,8 millones de pobres y 1,2 millón de indigentes, 12 y 3,1 por ciento.
Los datos de la realidad muestran a un país que ha creado a millones de “desaparecidos sociales”, que son los chicos que se criaron en casas donde sus padres no tenían trabajo y estaban al desamparo total de un Estado ausente, y que se sumergían en la pobreza debido sobre todo a una política económica que viene desde la última dictadura militar, pasando por el neoliberalismo de los ’90, que llevaron a una buena parte de la Argentina a una pobreza estructural de la cual costará décadas salir adelante.
La Argentina se ha transformado en un territorio donde la educación y la salud están cerradas a una parte de la población, donde la vivienda propia y digna está destinada a unos pocos, donde el trabajo pasa a ser un lujo y no un derecho, y se incentiva más al pillo que está en el poder y hace todo por izquierda en vez de subir peldaños legalmente, todo esto termina siendo el principal caldo de cultivo para que las personas salgan a delinquir.
Sin una fuerte política de Estado que tienda al mejoramiento gradual y sustancial de la situación social, que lleve a un mejoramiento de las condiciones de vida de los individuos, que procure atender las causas y no que atienda los hechos consumados, la Argentina no podrá volver a recuperar la excelencia que supo tener en una época, y evitar que se siga cayendo en el desgaste y deterioro de las últimas décadas.
Fuente: agenciacna.com