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Independiente dio una prueba de carácter en Quito al convertir un 0-3 que olía a eliminación en un 2-3 que lo deja cerca de la final. El Libertadores va a explotar…

Si el partido se hubiera jugado un tiempito atrás, Independiente no hubiese resistido la ráfaga que impuso a la Liga 3-0: todavía estaría contando goles en contra el Rojo. Pero desde que llegó Mohamed, el equipo, remotivado, cambió la cabeza. Y ayer se vio una muestra del laburo psicológico ejecutado por el Turco. Porque no cualquiera va a Quito y pasa de tener un pie y tres cuartos afuera de la Copa a seguir respirando en la altura, meter dos goles y dejar abierta la llave para la vuelta en el Libertadores.

Independiente lo hizo. Se bancó con hidalguía los 2.850 metros sobre el nivel del mar, hizo efecto, se ve, el oxígeno de reserva que acompañó en el vestuario. También, claro, el lavado de cabeza mencionado de Mohamed. Y su lectura del encuentro. Porque el Turco alertó sobre las consecuencias que podía traer el jugar golpe por golpe, el dejar que Barcos gire, el no obstaculizar los remates de media distancia. Y sus jugadores cumplieron estas indicaciones con éxito durante buena parte del partido. Godoy, Battión (sobre todo) y Fredes coparon el medio y trabaron los ataques de la Liga en grandes lapsos del cotejo. El primer tiempo estaba para cerrarse 0-0, sin haber sufrido demasiados sobresaltos. Pero dejaron girar a Salgueiro, lo dejaron patear de afuera, y golazo.

La segunda mitad no encontró a un Rojo alicaído ni atrincherado. Lo tuvo Silvera, tras buena asistencia de Parra, apenas reiniciado el match. Pero, algunos minutitos después, Mareque intentó un pase riquelmeano en área ajena, y una contra de 90 metros de recorrido, fugaz, encontró a un Rojo mal parado y sin pulmones para retroceder: 0-2. Los dos primeros goles de la Liga, pues, estuvieron impregnados de influencia de la altura. Pero ahí empezó a cambiar la suerte del Rojo: a Urrutia le anularon mal un gol por offside, y, tras ponerse 3-0 con Bolaños, Silvera descontó en posición adelantada. Dos guiños que Independiente aprovechó. Sin apichonarse, salió a buscar más y un flor de gol de Mareque consiguió un negocio inmejorable para el equipo de Mohamed, quien lo cerró metiendo a Maxi Velázquez para formar una línea de cuatro, y renovando aire con Nico Martínez por Godoy. Y cuando las fallas individuales volvieron a hacerse presentes, Silvera (el árbitro) no vio un penal de Tuzzio a Barcos, e Hilario se apuntó como candidato a ganar el premio a la mejor atajada del certamen: cocazo a Barcos a contrapierna, y shot a quemarropa a Lara. Top.

Aunque no es seguro (Estudiantes, en la Recopa 2010, perdió 2-1 allá y acá fue 0-0), el resultado es grato. Por la remontada, por el cambio de aire, por lo anímico, porque copas sobran, Alto Avellaneda…

Fuente: Olé

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