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El drama de Haití bajo la óptica del escritor uruguayo Eduardo Galeano

El auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional estaba abarrotado de gente cuando el escritor uruguayo Eduardo Galeano tomó la palabra para hablar de la situación de Haití en el marco de la Cátedra de los Libertadores, el ciclo de Pensamiento Latinoamericano que organiza la secretaría de Cultura de la Nación, cuyo titular, Jorge Coscia, también formaba parte del panel expositor.

Junto a ellos, el economista haitiano Camille Chalmers; el funcionario de la Cancillería argentina, Luis Sobrón; y como moderador de la reunión, el periodista Pedro Brieger, especializado en cuestiones internacionales.

Bajo el lema «Haití y la respuesta latinoamericana», Chalmers abrió las ponencias: recordó la historia de su país, y puso especial énfasis en la revolución que abolió la esclavitud, por primera vez en el mundo, en 1804.

El hombre es miembro de Plataforma Haitiana para un Desarrollo Alternativo (PAPDA) y su posición política se ubica en las antípodas de las reestructuraciones económicas propuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).

En ese sentido, recordó que «Haití no es un país destrozado por un terremoto que ocurrió en enero de 2010», sino que es «un país expoliado desde mucho antes por las potencias industriales, en particular por Francia y los Estados Unidos».

Las autoridades de la BN habilitaron dos pantallas de televisor afuera del auditorio, a causa de la cantidad de gente que llegó a escuchar la voz cavernosa del autor de «Las venas abiertas de América Latina», a quien Brieger presentó con un simple «Eduardo Galeano».

El periodista, escritor y ensayista repasó la historia de los saqueos a los países latinoamericanos y caribeños, y sostuvo la necesidad de fortalecer el nuevo paradigma de cooperación política-económico abierto por la UNASUR, y por la obstinación que en su creación había puesto el ex presidente de la nación, Néstor Kirchner.

Galeano no olvidó la solidaridad del presidente ecuatoriano Rafael Correa y desarmó la idea de que en Puerto Príncipe la inseguridad es moneda corriente.

«Cuando todos sabemos lo que es vivir en Buenos Aires, San Pablo o Bogotá, cuando todos sabemos que la causa de la inseguridad no radica más que en la distribución absolutamente desigual de la renta, los ingresos, los bienes simbólicos y el amarillismo del periodismo concentrado», dijo. Y los aplausos se hicieron sentir con la fuerza de la ovación.

Para el uruguayo, «la UNASUR es un instrumento clave, que estará siempre donde haya que estar». Aprovechó entonces para recordar los complicadísimos momentos por los que atraviesa la Bolivia de Evo Morales, que repiten, por otros medios, «los intentos separatistas y golpistas que tuvo que soportar no hace mucho tiempo».

Galeano finalizó su discurso enfatizando la necesidad de fortalecer la unidad latinoamericana, extenderla hacia el centro del continente (Haití en particular) y cumplir con los ideales de Bolívar, San Martín y Artigas.

Brieger leyó entonces una carta enviada desde la isla por Rodolfo Mattarolo, especialista en derechos humanos que coordina la ayuda argentina en Haití, que se divide en un sector sanitario y otro vinculado a las granjas comunitarias, saludando y reafirmando el compromiso de solidaridad sellado en su momento por Kirchner, (Hugo) Chávez y Correa.

Sobrón, representante de la Cancillería ante la UNASUR, citó, casi previsiblemente a Borges (por el nombre del auditorio) aclaró que las fuerzas militares apostadas en la isla no tenían otra función que ayudar a reconstruir las fuerzas productivas y la sociabilidad arrasada por la catástrofe.

Cerró Coscia, en su vertiente de historiador antiimperialista y cineasta, denunciando los negociados que dispararon las masacres y las guerras intestinas que desangraron, disfrazando intereses, la patria latinoamericana, y saludando la libertad que la revolución antiesclavista haitiana había contagiado al resto del continente.

Télam

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