Beijing espera que los países de la zona euro aplicarán su plan anticrisis para aliviar su problema de deuda soberana a pesar del referéndum griego. Pero, por el momento, poner plata fresca no parece estar en los planes chinos hasta que no consigan ciertas contraprestaciones con algún grado de certeza que los líderes europeos parecen remisos a querer abordar.
Beijing espera que los países de la zona euro aplicarán su plan anticrisis para aliviar la deuda de Grecia, declaró este miércoles (2/11/11) un portavoz del ministerio chino de Relaciones Exteriores, previo a considerar si avanzará o no con la ayuda financiera al Viejo Continente.
«Esperamos que los europeos puedan poner en práctica este plan para resolver la crisis», dijo el vocero de la cancillería, Hong Lei.
Los mercados mundiales se desplomaron tras el anuncio de que Grecia someterá a referéndum el paquete de medidas aprobadas la semana pasada para intentar superar la crisis de la deuda.
Europa había solicitado la participación de China en su plan para salir de la crisis pero hasta el momento, esta no ha precisado el tipo de ayuda que estará dispuesta a suministrar.
Para la revista Time, en los próximos años, los economistas y los historiadores podrían remontarse a esta semana como el momento en el que el equilibrio del poder mundial se inclinó hacia China. Los señales han estado presentes desde hace un tiempo, pero el simbolismo es especialmente potente ahora, en estos días de transición entre otra cumbre sobre la crisis de la zona euro, celebrada en Bruselas el pasado 26/10 y la reunión de G-20 de Cannes (Francia) que comenzará mañana (3/11).
La razón es estrictamente financiera: en la cumbre de Bruselas, los líderes europeos hicieron un llamamiento impensable para que China utilice sus US$ 3,2 billones en reservas de divisas para ayudar a sacar al euro del agujero de deuda en el que está. Y mientras la zona euro espera ansiosamente una respuesta, China -inescrutable acerca de sus intenciones- le saca todo el jugo que puede a la situación.
Todos los esfuerzos apuntan a China para que se convierta en “el gran inversor”, como parte de un complicado sistema acordado en la última cumbre europea para apalancar el Fondo de Estabilidad Financiera Europea llevándolo hasta el billón de euros (US$ 1.4 billones), conjuntamente con otros potenciales inversores extranjeros, como Rusia, Brasil, algunos países de Oriente Medio y el Fondo Monetario Internacional. El 27/10, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anfitrión de la reunión del G-20 en Cannes, llamó por teléfono el presidente chino, Hu Jintao, para buscar apoyo. «Si los chinos, que tienen el 60% de las reservas mundiales, deciden invertir en el euro en lugar del dólar, ¿por qué rechazarlo?» dijo Sarkozy tras cu comunicación telefónica. «¿Por qué no podemos aceptar que los chinos tienen confianza en la zona euro y depositaron una parte de sus excedentes en nuestros fondos, o en nuestros bancos?»
Sin duda China puede gastarse los 100 mil millones de euros (US$ 140 mil millones), según se informa, el monto en discusión entre los funcionarios. La verdadera pregunta es por qué China desearía invertirla en una región de bajo crecimiento como la zona euro. El esquema de bonos apalancados ya ha generado su cuota de críticas, mientras que el recientemente anunciado referéndum griego viene a sumar incertidumbre y, por lo tanto, riesgo. La agencia gubernamental de noticias oficial china, Xinhua, advirtió en un editorial que «las economías emergentes no deben ser vistos como los buenos samaritanos de Europa».
Sin embargo, hay razones todavía fuertes para que China decida acudir al plan de rescate o alguna otra oferta de bonos. Una de ellas es que ya está muy involucrada: una cuarta parte de las reservas de divisas de China, se cree, está en euros, y Beijing ha sido una compradora regular de bonos de rescate de la zona euro en el pasado. Durante el año pasado, el gobierno chino ha hecho promesas de compras en varias colocaciones europeos de deuda, tanto a nivel bilateral con los países endeudados -como Portugal, Grecia y Hungría- como con la zona euro en su conjunto.
China también tiene un gran interés en apuntalar a su mayor socio comercial, con el que mantiene un comercio bilateral por unos US$ 503 mil millones el año pasado, casi el 10% del total mundial de flujos comerciales. Las perspectivas de crecimiento de China dependen en gran medida de los consumidores europeos, cuyo PIB medio per cápita es de aproximadamente US$ 32.500, en comparación con los cerca de US$ 4.500 de China. Un euro más débil hace las exportaciones chinas más caras para los europeos. Y mantener el euro como moneda de reserva ayuda a China a contrarrestar el precio del dólar estadounidense y a crear un sistema económico mundial multipolar.
Pero más significativamente, esto representa para China una oportunidad extraordinaria para obtener concesiones, tanto económicas como políticas. En septiembre, el premier chino, Wen Jiabao, insinuó un quid pro quo efectivo cuando le pidió a los europeos que «pongan su casa en orden», casi como una condición para que China «extienda una mano amiga».
En términos de comercio, esto podría ser reflejado en el reconocimiento de la condición de China como «economía de mercado» en lo que respecta a sanciones comerciales de la Unión Europea, una medida que podría impulsar las exportaciones de otro modo obstaculizada por aranceles. Y puesto que la UE tiene actualmente unas 55 medidas antidumping en vigor contra China, los Estados miembros a título individual también podrían ser empujados a relajar sus posturas sobre sanciones en el futuro. Otros temas comerciales podrían incluirse en la agenda, para disgusto de los exportadores europeos que regularmente se quejan acerca de las normas chinas en lo que se refiere a inversiones y propiedad extranjera, subsidios reservados para empresas chinas, la falta de acceso al mercado de contratos públicos y la aplicación selectiva de las normas reguladoras de la propiedad intelectual.
Estas preocupaciones fueron planteadas ya en julio por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, que publicó un artículo titulado «La lucha por Europa» reflejando como China estaba cambiando el juego europeo. Se advertía allí que si se dejaba que China se involucrase demasiado en las principales inversiones financieras y asuntos públicos de Europa, esto dejaría poco margen de negociación para que los europeos mejoren su acceso a los mismos sectores en China, que están en su mayoría cerrados o controlados.
Las implicaciones políticas son potencialmente aún más preocupantes para Europa, que desde hace tiempo se considera con derecho, incluso con la responsabilidad, de criticar a China en asuntos como los derechos humanos y la protección del medio ambiente.
Esto podría significar, por ejemplo, que la UE levante la prohibición de venta de armas a China impuesto a raíz de la masacre de Tiananmen en 1989, o que el Dalai Lama recibe menos invitaciones para reunirse con líderes europeos. Fredrik Erixson, director del Centro Europeo de Economía Política Internacional, un think tank con sede en Bruselas dice que incluso si no hay concesiones formales, Beijing podría esperar generosos favores de Europa después de años de lo que se considera interferencia intrusiva. «China quiere algo más: el reconocimiento internacional de una manera u otra, o una Europa que, en los ojos de Beijing deja de meter su nariz en la política interna china», dice Erixson.
En Cannes, el líder chino Hu Jintao, sin duda, se abstendrá de cualquier compromiso a las apuradas con el plan de rescate del euro, mientras se deja cotejar por los líderes europeos. Pero ha de saber que a medida que China consolida su surgimiento como un protagonista mundial, cualquier riesgo de inversión en el programa sería un pequeño precio a pagar por la ola de buena voluntad Europea que generaría.
Ofreciendo el contrapunto, lo tenemos a Antonio Sánchez-Gijón de Capital Madrid patra quien:
«La Eurozona no debe esperar una contribución masiva de China al Fondo Europeo de Rescate, dado que ese país tiene por delante importantes desafíos políticos y económicos. El próximo año se producirá un cambio de liderazgo, tanto en el estado como en el partido comunista, y sería imprudente que los actuales titulares del poder comprometieran grandes sumas, con el riesgo de ser desautorizados después.
Es más, el nuevo liderazgo tardará al menos un año en hacerse con toda la información relativa a esa decisión, y deberá ponderarla en relación con otras necesidades internas, como la posibilidad de que estalle una burbuja financiero-inmobiliaria, similar a la norteamericana o española, y satisfacer mayores cotas de consumo de la población urbana, así como aumentar las rentas de una población rural de 700 millones, que además quiere consolidar sus derechos sobre la propiedad de la tierra.
De todos modos, China no puede ver impasible cómo se hunde la eurozona y con ella la Unión Europea, dado que Europa constituye su principal mercado de exportación. Según el director del fondo de rescate, Klaus Regling, de visita en china la pasada semana, el 40% de los bonos emitidos por el FEEF han sido adquiridos por países del este asiático. Eso sí, con el cien por cien de garantía. La idea surgida en el gabinete europeo de crisis del pasado miércoles, de que la ampliación del fondo sólo sea garantizada parcialmente, es poco probable que estimule a los chinos (o a cualquier otro) a comprometer grandes sumas de dinero.
China debe también ponderar la influencia que le daría ante los países europeos un fuerte compromiso con la viabilidad del fondo, vis a vis USA, con los que mantiene continuas escaramuzas en la Organización Mundial del Comercio, aparte de una tensa relación de seguridad en el Pacífico occidental. China se siente hostigada por el Congreso, y quiere ser reconocida como economía de mercado, a pesar del control del estado sobre los sectores industrial y bancario. China tiene un gran interés en romper el embargo de armamento avanzado que le tienen impuesto los USA y Europa.
Dos son los éxitos históricos reconocidos a China por todo el mundo, en los treinta años transcurridos desde que Deng Xiao Ping rompió los dogmas revolucionarios que tenían paralizado al partido comunista: el desarrollo industrial, hasta llegar a ser la segunda potencia industrial del mundo, y su impacto en la economía mundial a través del comercio, que le ha permitido una acumulación de $3,2 billones de reservas, codiciadas ahora por Europa. Esta cantidad, sin embargo, debe ser contrabalanceada con los $1,7 billones de deuda de las entidades municipales en 2009, resultantes del espectacular crecimiento de las ciudades».
Lo que ocurre en realidad es que los ciudadanos chinos, enfrentados a una fuerte inflación, no comprenden porqué ellos deben socorrer a países que forman el club de los ricos y que viven por encima de sus recursos.
Cabe recordar que China es la segunda mayor economía del mundial, tiene los medios y las razones suficientes para acudir en ayuda de Europa, el principal mercado de sus exportaciones, junto a USA.
El presidente de China, Hu Jintao, partió el pasado domingo en un viaje oficial a Australia y Europa, durante el cual asistirá a la cumbre del G20 en Francia, creando esperanzas de que el país acceda a un compromiso más firme en relación al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).
Probablemente, solo escuche, porrque el momento no es favorable para China, que registra una desaceleración de su crecimiento y afronta dificultades para controlar una inflación que penaliza a los más pobres por la fuerte alza de los productos alimenticios.
La hostilidad de los chinos a la idea de socorrer a Europa se expresa fundamentalmente en los ‘weibos’, microblogs en la red internet y que cuentan con centenas de millones de usuarios. «Europa es mucho más rica que China. ¿Cómo es que le falta dinero? Es una verdadera estafa», expresó una popular participante en los ‘weibos’, Song Hongbing.
De acuerdo con Michael Pettis, profesor de finanzas de la Universidad de Pekín, la oposición de la opinión pública a este ayuda constituye una fuente real de inquietud para las autoridades, aún en un país donde el Partido Comunista gobierna sin consultar a la población.
El diario Global Times, publicado en inglés, propuso que China exija concesiones de los países europeor por su contribución, en particular una mayor apertura de los mercados, o que baje el tono de sus críticas a la sobrevalorización del yuan. «Una Europa desarrollada le pide dinero a China. Son muchos los que no comprenden porqué China debería aceptar», publicó el diario en un editorial.
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