De una infancia pobre, Joaquím Barbosa llegó al comando del principal tribunal de Brasil, y luciendo una independencia enorme del Poder Ejecutivo: él acaba de ser el integrante de la Corte que fundamentó las condenas en el mayor caso de corrupción política, conocida como ‘mensalao’, incluyendo el castigo al cofundador del Partido dos Trabalhadores, José Dirceu.
BRASILIA (O Globo) – ‘Joca’, uno de los 8 hijos de un albañil que dejó Pacaratu, Minas Gerais, para probar suerte en Brasilia, a principio de 1970, asumió la presidencia del Supremo Tribunal Federal (STF) brasilero. ‘Joca’ era el sobrenombre del hoy ministro del STF, Benedito Barbosa Gomes, de 58 años, el primer negro en comandar la más alta Corte del país. Implacable en la condena de los acusados del ‘mensalão’ y, a veces, incisivo en el trato con otros ministros, Barbosa asumió generando la expectativa de inaugurar una nueva etapa en el Judicial federal.
Barbosa llegó al STF en 2003, propuesta por el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien quería un negro para un cargo tan representativo y eligió a Barbosa, hasta ese momento un poco conocido fiscal de la República, en el estado de Rio de Janeiro.
Entonces, Barbosa tuvo que demostrar que su color de piel podría haber sido un punto de partida, pero que no fue un factor determinante en la elección. Tuvo que demostrar que además del color de su piel, él tenía detrás una carrera y un notorio saber jurídico, tal cual los demás colegas de la corte.
En 2006, siendo aún un novato en el STF, Barbosa dio muestras de la independencia y de la firmeza que marcarían su trayectoria de juez. Frente a la desconfianza de algunos, el ministro casi entera la denuncia del ex fiscal Antônio Fernando de Souza contra 40 acusados del mensalão, entre ellos el ex ministro José Dirceu y el ex diputado José Genoino, dos ex dirigentes del PT, partido que hiciera posible su llegada al tribunal. Pero las sorpresas no pararon allí.
Barboza condujo con manos de hierro el proceso y terminó produciendo un informe final considerado á contundente y más consistente que la denuncia del fiscal general. Poco simpatizante de los rodeos, atropelló la resistencia del revisor Ricardo Lewandowski a aspectos del informe, ignoró aristas con el ministro Gilmar Mendes y, en una costura política con el ex presidente Ayres Britto, consiguió la condena de 25 de los 40 acusados, inclusive petistas.
Transmitido por TV Justicia y con amplia cobertura de la prensa, el juicio confirmó que Barbosa es realmente directo en el trato con los colegas. Nada muy lejos de la asertividad que él reveló en las votaciones de otros proyectos importantes, que terminarons siendo parobados por el STF.
«Él fue muy duro (en la sentencia del mensalão). Pero no podemos dejar de decir que su actuación es coherente con todo lo que él fue a lo largo de su vida. Siempre fue así, serío, sobrio. Él fue del Ministerio Público y siempre expone lo que piensa. Él es así», resume Antônio Carlos de Almeida Castro, Kakay, abogado de Duda Mendonça, uno de los acusados del mensalão.
Barbosa marcó puntos importantes también en la aprobación de la Ley de la Ficha Limpa, en el permiso para investigaciones con células madre y en la unión entre personas del mismo sexo. Hoy, Barbosa es el juez más conocido del país. Ya negó tener intención de hacer carrera política. Antes de volverse celebridad tuvo que recorrer largo camino, marcado por disciplina, estudio y superación.
Negro, pobre e inmigrante, desembarcó en Brasilia a principio de los perturbados años 1970 con un objetivo muy claro: huir de la pobreza y de la irrelevancia, destino reservado a millones de otros jóvenes del mismo origen. Y fue lo que hizo. Después de algunos trabajos eventuales, fue llamado para trabajar como dactilógrafo en la gráfica del Senado.
No era un gran empleo, pero él no tenía elección. El joven Barbosa trabajaba de las 18 a las 4 de la madrugada tipeando textos para el “Jornal do Senado”, que a las 7 AM ya debía haber sido entregado en el Senadinho, en Rio. En este período, aprobó el examen para entrar a Derecho en la Universidad de Brasilia y tuvo que esforzarse al máximo para continuar en la facultad y en el trabajo. Según ex compañeros, algunas veces, Barbosa dormía en la oficina porque no le quedaba tiempo para volver a su casa.
«Él estaba compenetrado, muy atento en el trabajo. Era uno de los mejores tipeadores. Escribía rápido y casi no cometía errores. No daba ningún trabajo», explicita el ex coordinador de Producción Mário César Pinheiro Maia, jefe de Barbosa en Gráfica y aún hoy, amigo del ministro.
Maia también era técnico de Phton, el equipo de la gráfica en el que Barbosa jugaba como lateral izquierdo: «A el le gustaba engañar, no soltaba la pelota. Era codicioso pero jugaba bien».
Maia y otros amigos de los tiempos de gráfica fueron invitados a la asunción de Barbosa, o Quinca, como era conocido en el Senado.
«Cuando no estaba trabajando, estaba estudiando. Tuvo una vida sufrida, pero era buen niño», recuerda José de Lourdes, compañero de Barbosa en largas madrugadas de trabajo.
Casi siempre callado, Barbosa no aceptaba provocación. Según Lourdes, una vez, un compañero cinta negra en yudo le hizo un chiste de mal gusto. Barbosa lanzó una mala palabra y le exigió que se retractase. De ese modo, impuso respeto.
En la UnB, Barbosa tuvo un pasaje directo. En ese periodo, los estudiantes estaban divididos en progresistas, que querían derribar la dictadura militar, y conservadores, alineados con el régimen.
Según el ex rector de la UnB José Geraldo de Sousa, contemporáneo de facultad del ministro, Barbosa era un reformista, quería cambiar el sistema, pero dentro de las reglas establecidas:
«Era un período difícil. Los estudiantes comenzaron a organizarse con la creación del Centro Académio y con el Escritorio Modelo de Abogacia. Él hacía parte de las discusiones, pero no recuerdo que haya integrado la dirección.»
Para él, en aquel período, Barbosa estaba más concentrado en los estudios que en el movimiento estudiantil. Aun en la UnB, Barbosa pasó el concurso para oficial de cancillería del Itamaraty. A partir de ahí, la carrera despegó. Fue fiscal jurídico del Ministerio de Salud, hizo master, doctorado y pasó el concurso del Ministerio Público Federal. Aprendió a hablar francés, inglés y Alemán.
En 2003 cuando Lula buscaba un negro para nombrar en el STF, Barbosa ya tenía el currículum lleno de referencias regionales e internacionales. Pero la elección no fue fácil.
El abogado Kakay afirma que organizó un encuentro de Barbosa con el entonces ministro José Dirceu, en un restaurante. Después, el ex ministro de Justicia, Márcio Thomaz Bastos, entró en el circuito y ayudó a afirmar el nombramiento del entonces fiscal de la República al STF. La red de apoyos no impidió que nueve años después Barbosa llevara el juicio del mensalão a las últimas consecuencias.
La trayectoria también fue marcada por desacuerdos públicos con colegas del tribunal. El ministro discutió abiertamente con Marcos Aurélio, Gilmar Mendes y Ricardo Lewandowsky. También tuvo desencuentros con el ex ministros Cesar Peluso.
Una de las principales discusiones que Barboza protagonizó en el tribunal fue con Marco Aurélio, en 2004. Barbosa criticó al colega, que había autorizado, en medida provisoria, a una mujer a abortar un feto con anencefalia. Barbosa dijo que la decisión era muy controvertida para que Marco Aurélio la tomara solo. El colego se enojó y dijo que, si se estuviera en la edad media, resolvería el tema con un duelo fuera del tribunal.
Otra pelea famosa fue cuando Peluso sugirió que el colega era inseguro. Barbosa respondió, en entrevista a O Globo, que el ministro era “desleal, caipira y tirano”. En 2009, Barbosa dijo, en fuerte discusión en plenario, que Gilmar Mendes estaba “destruyendo la credibilidad de la Justicia Brasileña”. La Corte quiso divulgar una nota de repudio a lo dicho por Barbosa. Lewandowsky se negó a firmar el texto, obligando a los colegas a cambiar de posición.
Hoy, el ministro más cercano a Barbosa es Luiz Fux, que hasta lo acompañó a una consulta médica en Rio, para tratamiento de su problema crónico en la cadera. Pero los dos no son íntimos. Los amigos de Barbosa están en Rio, donde él vivió muchos años. En la capital fluminense también vive su hijo, Felipe, periodista de 26 años. Barbosa tiene un departamento en Neblon. Su madre, Benedita, ex empleada doméstica de 70 años, vive en Brasilia, así como los siete hermanos y sobrinos del ministro. Su padre, Joaquim murió hace dos años.
Fuente: Urgente24