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Reina Máxima: cómo se prepara para los nuevos desafíos

La princesa lleva un aprendizaje de más de 10 años

Por Luisa Corradini | LA NACION

AMSTERDAM.- «Reinar -decía Napoleón Bonaparte en su época imperial- consiste en suscitar la admiración y la devoción.» Ése es el tremendo desafío que le espera a Máxima Zorreguieta cuando llegue al trono de Holanda, del brazo de Guillermo Alejandro, el 30 de abril próximo.

A diferencia de otros soberanos, la familia real holandesa posee todas las condiciones para introducir un cambio histórico en el restringido universo de las monarquías europeas. Y eso dependerá, en gran medida, del papel que sea capaz de asumir Máxima para elevar a su marido de la «simple» función real hasta convertirlo en un símbolo de unidad nacional, por encima de las querellas y pasiones internas, capaz de suscitar «la admiración y la devoción» de su pueblo, como decía Napoleón.

Máxima parece haberse acomodado al modelo que sugería Bonaparte: «Tiene una influencia definitivamente positiva sobre su marido «, afirmó Danielle Pinedo, especialista de la casa real en el diario liberal NRC Handesblat.

«Todos los holandeses la consideramos una mujer brillante», precisó. Esa inteligencia la indujo a prepararse cuidadosamente, en estos últimos diez años, para cumplir un papel ejemplar en caso de que accediera al trono, como finalmente sucederá.

«Su preparación como reina comenzó hace diez años, no bien se casó. Máxima es asesorada por todo tipo de expertos para aprender desde cómo moverse y hablar, pasando por el conocimiento de la historia de su país y del mundo, la economía, la geografía -en particular de este país-, la política, etc. Naturalmente, cada vez que recibe a alguien tiene briefings especiales sobre los puntos sensibles, aquellos que puede y no puede tocar», detalló.

Máxima y Guillermo Alejandro, en teoría, se encuentran en posición ideal para provocar una revolución en la realeza europea.

Por un lado, serán una de las parejas más jóvenes en ocupar el trono en un país importante del continente, en este caso una potencia financiera e industrial. Heredera del imperio comercial que forjó a partir del siglo XVII, la Holanda moderna es la quinta economía de la Unión Europea (UE) y la 18a a nivel mundial.

Gran Bretaña, Bélgica y España también son potencias de primer nivel, pero sus monarquías distan -por decirlo elegantemente- de ser jóvenes y modernas. Isabel II de Inglaterra, de 86 años, acaba de cumplir seis décadas en el trono y, cuando llegue el momento, será sucedida por su hijo, que tiene actualmente 67 años. Todavía parece estar lejos el momento histórico de Guillermo y Kate Middleton.

El trono de Bélgica -una monarquía relativamente nueva, creada en 1831- es ocupado por Alberto II, un monarca de 78 años fuertemente impugnado por sus relaciones extraconyugales, la existencia de una hija natural que reside en Londres y la inestabilidad de sus hijos legítimos Felipe -que será su sucesor- y Lorenzo.

En España, los monarcas dejaron de vivir juntos hace tiempo. El rey Juan Carlos (75) sufrió una fuerte pérdida de popularidad después de sus cacerías en África, sus aventuras extraconyugales, el escándalo de corrupción de su yerno Iñaki Urdangarin y el elevado presupuesto de 560 millones de euros que consume el funcionamiento de la familia real en un país en crisis.

La pareja que forman su heredero, el príncipe Felipe de Asturias, y Letizia Ortiz puede darle un nuevo brillo a la corona y, en el futuro, pueden convertirse en los principales «rivales» de Máxima y Guillermo Alejandro.

Las otras coronas europeas pertenecen a países de menor relevancia política y económica, o geográficamente minúsculos, como Liechtenstein, Mónaco y Luxemburgo.
Población monárquica

Otro aspecto importante es la fuerte popularidad que tiene la corona holandesa como institución: entre 75% y 80% de la opinión pública se reconoce como monárquica. El porcentaje de simpatía es sensiblemente mayor cuando se trata de valorar a la reina Beatriz: 92% de la sociedad tiene una «opinión favorable» sobre la monarca, según una encuesta divulgada por el diario De Telegraaf cuando se celebró el jubileo de la reina en 2005.

La llegada de Máxima al trono no abrirá un paréntesis de dudas porque «el nivel de simpatía que tiene entre los holandeses es incluso mayor que la popularidad de la reina Beatriz», aseguró Danielle Pinedo, que, por razones profesionales, la conoce personalmente e incluso la acompañó en algunos viajes.

Esa comparación es un elogio y un presagio. La estima que concita la reina Beatriz obedece al hecho de que «encarna la estabilidad nacional», precisó Pinedo. Probablemente, los holandeses esperan secretamente que Máxima, con el tiempo, termine asumiendo ese papel protector, que es una de las prerrogativas propias de la función monárquica. En ese contexto, no hay ninguna otra casa real europea con semejante legitimidad para ocupar el trono.
Ventajas

Máxima tiene también la ventaja de ser una mujer, madre de tres hijos, mientras que los cónyuges de las soberanas anteriores eran naturalmente hombres.

Ellos, además, fueron dos personajes que nunca obtuvieron la simpatía de la opinión pública. El marido de la reina Juliana, Bernardo Leopoldo zur Lippe Biesterfeld, tuvo el inconveniente inicial de haber sido alemán y simpatizante nazi en su juventud. En un país que había sufrido destrucciones y persecuciones durante la Segunda Guerra Mundial, ese pasado no lo ayudó. En 1975 estuvo seriamente implicado en el famoso escándalo Lockheed de corrupción.

El esposo de la actual reina Beatriz, Claus von Amsberg, tampoco logró ganarse la simpatía de los holandeses. En primer lugar, por su pasado en el ejército nazi y luego por su extrema dificultad para adaptarse a las exigencias de la corona: incapaz de soportar el papel humillante de príncipe consorte, en las décadas de los 80 y 90, padeció varias depresiones e incluso -según se afirma- tuvo varios intentos de suicidio. En los últimos años de su vida permaneció virtualmente internado.

Sin ir hasta el extremo de afirmar que las anteriores fueron parejas desavenidas, los especialistas de la casa real afirman que la unión entre Guillermo Alejandro y Máxima parece ser estable, cómplice y feliz.

Abiertos al mundo, a las novedades y al futuro, los actuales príncipes de Orange-Nassau parecen decididos a prestar una especial atención a la juventud.

Desde hace unos años Guillermo Alejandro y Máxima adoptaron la costumbre de recibir en su bella residencia de Heikhorst -donde la princesa tiene un jardín de invierno con plantas argentinas- a nuevos talentos que despuntan en todos los sectores de la actividad social.

«Son cenas informales donde la gente se siente totalmente libre de expresar su opinión. Los invitados -que con frecuencia terminan estableciendo lazos de amistad con los príncipes- provienen de todos los sectores», explicó Pinedo.

Versión moderna de los salones literarios del Siglo de las Luces en Francia, la experiencia es tan exitosa que muchos se preguntan con inquietud qué sucederá en la práctica con esas innovaciones una vez que Guillermo Alejandro y Máxima sean coronados.
una pareja con futuro

Máxima y Guillermo escapan de la norma

Juventud
Al acceder al trono, se convertirán en los reyes más jóvenes de Europa

Complicidad
Cálidos e informales en el trato, los príncipes parecen ser una pareja estable, cómplice y feliz

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Del editor: cómo sigue.
La abdicación de Beatriz es ya casi una tradición de los Orange y también un giro necesario para la renovación y, en definitiva, la supervivencia de la casa real

Fuente: LA NACION

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