La educación en Grecia se ha convertido en una de las víctimas de la crisis y de los recortes exigidos por ‘la troika’ (el equipo técnico que representa a los acreedores del país: FMI, Banco Central Europeo y Comunidad Económica). Profesores y alumnos han respondido a la situación con el cierre de universidades, la ocupación de colegios y numerosas huelgas, que han impedido que los cursos inicien con normalidad. A inicios del verano europeo, el Ministerio de Educación había anunciado la eliminación de 51 especialidades de Formación Profesional, lo que afecta a 21.000 alumnos, en su mayoría mujeres. Más de 2.000 profesores de estos cursos (auxiliar de enfermería, estética, artes decorativas y peluquería, entre otros) fueron puestos en la «reserva laboral», un esquema que prevé el traslado forzoso o despido de los afectados en un plazo de 8 meses. Durante ese periodo el trabajador afectado percibe el 75% de su salario, pero puede ser trasladado a cualquier otro puesto vacante o bien ser despedido si al término de ocho meses no se le encuentra utilidad.
Los recortes en educación impulsados por ‘la troika’ en Grecia han llevado a varias universidades del país a detener la actividad. Algunos de los centros se han visto obligados a funcionar con un 40% menos de plantilla.
Al menos 8 universidades griegas se han visto obligadas a cerrar desde hace semanas a causa de los recortes que el Gobierno ha aplicado a la educación pública. Ahora los estudiantes ya no están en las clases, sino en las calles.
En una carta al primer ministro griego, Antonis Samaras, el rector de la Universidad de Atenas aseguró que la institución está pasando por su peor crisis de la historia, y también por la más peligrosa, ante la incapacidad de impartir clases o de llevar a cabo el proceso de matriculación por falta de personal docente y administrativo.
Por todo ello, los profesores también llevan semanas manifestándose, y lo hacen con máscaras blancas que, según ellos, representan su indignación.
«La universidad pública no puede funcionar sin nosotros. Pero no somos más que números para ellos, no personas. Nos manifestamos por dos cosas: para recuperar nuestro trabajo y para asegurarnos de que la universidad pública siga existiendo en el futuro», relata una profesora universitaria.
«La mayoría de la gente se siente impotente. Pero hay que luchar para conseguir el cambio. Todos tenemos derecho a una educación y a una sanidad pública sin importar lo que diga el Fondo Monetario Internacional. Tenemos que luchar por nuestros derechos», señala Andreas Mijalokulos, profesor de la Universidad de Atenas.
También las especialidades de los Colegios de Educación Técnica (equivalentes a los grados superiores de la Formación Profesional) han sufrido recortes de personal.
«Han puesto en reserva laboral a todos los profesores de laboratorio que no tenían diplomas universitarios. El periodo de un año de prácticas en empresas después de los estudios es indispensable, pero no puede sustituir a los cursos de laboratorio», dice María, una ingeniera agrónoma que enseña en un ciclo técnico de Creta.
Estos profesores no han sido sustituidos por otros, por lo que muchos alumnos se han quedado sin prácticas en los laboratorios.
La respuesta del sindicato de profesores de enseñanza media OLME fue convocar asambleas generales de profesores una vez iniciado el año escolar. La decisión fue casi unánime: huelga de cinco días y, a su término, nuevas reuniones para decidir futuras suspensiones de actividades.
«La reacción de los profesores nos sorprendió. La dirección del sindicato no había propuesto la huelga. Fueron las bases las que la impusieron», relata a la vicepresidenta del gremio, Eleni Zografaki.
La participación en la huelga rozó el 90% en los primeros días, para caer al 50% al cabo de cinco días. Aún así, se convocó una nueva semana de huelga, durante la cual participó el 20% del profesorado.
«Debíamos resistir, pero cada día perdíamos 75-80 euros de nuestro salario. Personalmente no podía seguir más», explica Yannis, un matemático con 16 años de carrera en la educación.
Los profesores volvieron a las clases el 25 de septiembre, pero los alumnos no. Al menos no todos. Cada día un número variante de colegios son ocupados por sus estudiantes.
«Hay un centenar de colegios ocupados en todo el país», admitió una fuente del Ministerio de Educación.
«El número de colegios ocupados no puede ser establecido con precisión. Hay ocupaciones de uno o dos días, después vuelven al curso, pero los colegios vecinos retoman las ocupaciones. Podemos decir que el número de centros ocupados varía entre 100 y 200», explica Zografaki.
Pero el malestar no se limita a la educación secundaria. El paso a la reserva laboral de 1,300 empleados del personal administrativo de 8 universidades ha puesto en pie de guerra al sector de educación superior.
La junta de la Universidad de Atenas, la más grande de Grecia, decidió suspender el funcionamiento del centro en protesta por la pérdida del 37% de su personal administrativo.
Según datos divulgados por la propia universidad, tras la pérdida de estos 498 funcionarios, sólo queda un empleado administrativo por cada 78 estudiantes, mientras que en las universidades británicas la media es de uno por cada 12.5 alumnos.
La reacción de la Universidad Técnica de Atenas, que pierde a 399 funcionarios, fue idéntica y también decretó el cierre temporal de la institución.
«Hemos perdido al 45% de nuestro personal administrativo. Entre ellos, a todos los vigilantes y al 75% de la administración económica», denuncia Dimitris, profesor asistente de la Universidad Técnica.
A esto se añade el recorte presupuestario implementado por el Gobierno a instancias de la troika, además de las pérdidas sufridas por algunas universidades a las que se había obligado a convertir sus fondos en bonos del Tesoro, que fueron eliminados durante la quita de deuda del pasado año, lo que ha provocado la quiebra de varios centros.
El año escolar apenas acaba de comenzar en Grecia, pero nadie sabe como continuará.
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