Las candidatas se lanzaron a asegurar los sufragios propios y a tratar de convencer a quienes optaron por los otros aspirantes que participaron de los comicios. También intentarán seducir a la mitad de empadronados que no votaron.
Separadas por más de 20 puntos en las preferencias de los chilenos, la progresista Michelle Bachelet y la derechista Evelyn Matthei no se dieron tregua y, ayer mismo, empezaron a recorrer el camino que el 15 de diciembre llevará a la última estación, con la celebración de la segunda vuelta electoral. Se lanzaron a asegurar los votos propios y a tratar de seducir a quienes el domingo votaron por los otros siete candidatos que participaron de los comicios, el más alto número de postulantes en la historia política del país, en una elección que registró, también, el mayor índice de abstención de la historia. El domingo, la mitad de los chilenos no votó.
Franco Parisi, el empresario de la educación que se presentó como derechista independiente y logró el cuarto lugar, con un 10,11% de los votos, advirtió en la misma noche del domingo que no votará en segunda vuelta y, aunque sería lo más lógico, mucho menos por «esa mala mujer», como calificó a Matthei, todo porque pese a la empatía ideológica ambos tuvieron serias discrepancias por cuestiones del momento y porque la mujer quería despegarse de un hombre que está acusado de fraude al Estado y corrupción.
Marco Enríquez-Ominami, tercero con un 10,98%, y postulado por el PRO (Partido Progresista), adelantó que no dará «un cheque en blanco» a Bachelet. Ante su intención a negociar sin una contrapartida sus más de 700 mil votos, la Nueva Mayoría (NM), la alianza que postuló a Bachelet y está integrada por un generoso arco que abarca desde al Partido Demócrata Cristiano hasta el Partido Comunista, le contestó que «apelará a la gente», como lo anunció ayer Álvaro Elizalde, jefe del comando de campaña de la candidata progresista.
El domingo, la NM logró la mayoría en las dos cámaras del Congreso, pero no alcanzó la ventaja necesaria para impulsar las reformas ofrecidas por Bachelet (ver aparte). En la Cámara de Diputados, el bloque progresista consiguió 68 de las 120 bancas que se renovaban, diez más de las que tiene actualmente. La Alianza por Chile, la coalición oficialista formada por Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), tendrá 48 diputados frente a los 55 actuales. En el Senado, la NM aumentó una banca y llegó a 21, mientras que la Alianza mantuvo los 16 que tenía desde las elecciones de 2009.
En las elecciones del domingo estaban habilitados para votar algo más de 13,5 millones de personas, pero sólo llegaron hasta las urnas 6,7 millones. Pese a la limpieza de los comicios –a nadie se le ha ocurrido hablar de fraude o algo parecido–, lo cierto es que semejante nivel de ausentismo, además de no servirle a nadie, deslegitima un mandato que ha sido obtenido en forma transparente. Es por ello que ambas candidatas adelantaron que para aumentar el caudal de votos y sus posibilidades, para el ballottage motivarán también a los que el domingo se desentendieron del país. En los comandos de las dos mujeres admiten que la abstención se veía venir, ya que por primera vez el voto en esta elección fue con inscripción automática y sufragio voluntario.
Negociar para cambiar la carta magna
Para impulsar algunas de sus principales promesas de campaña, que según la aún vigente Carta Magna de la dictadura requieren en el Congreso una mayoría especial, Michelle Bachelet estará obligada a negociar con los otros bloques legislativos.
Con la ventaja que la Nueva Mayoría obtuvo el domingo, podría sacar adelante la reforma tributaria y crear una administradora de fondos de pensiones estatal. Sin embargo, para aprobar la gratuidad universal de la educación, se requiere una mayoría especial de cuatro séptimas partes del Congreso, lo que equivale a 69 diputados y 22 senadores, cuando en la Legislatura que se viene tendrá 67 y 21, respectivamente.
Tampoco es suficiente la ventaja de Bachelet para realizar algunos cambios en la Constitución, como la modificación del sistema electoral binominal –que consolida el bipartidismo y cercena el derecho de las minorías a acceder al Congreso–, para lo que se necesita un respaldo de tres quintas partes del Parlamento: 72 diputados y 23 senadores.
Para redactar una nueva Constitución, una de las principales promesas de campaña, tampoco alcanza con los números del domingo. La Nueva Mayoría necesitaría sumar los dos tercios del Congreso: 80 diputados y 25 senadores.
Fuente: Info News – Nota de Tiempo Argentino