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Ovación a Francisco en una visita histórica al Congreso de EE.UU.

En un crucial discurso, el Papa condenó la guerra y la pena de muerte. También habló de la lucha contra el extremismo, los inmigrantes, la pobreza, el medio ambiente y el tráfico de armas.

Es el segundo día de una visita histórica y la primera vez de un Papa en el Capitolio, Francisco fue ovacionado en el Congreso de Estados Unidos y en su discurso habló de todos temas sensibles para los políticos norteamericanos.

El Sumo Pontífice advirtió de que «ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de extremismo ideológico». Y agregó:»Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar».

Francisco constató en su intervención que «el mundo es cada vez más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión». Y añadió: «El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos».

«Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar», sumó el primer Papa latinoamericano.
Por otra parte, pidió “no dar nunca la espalda a los vecinos», en alusión a los millones de inmigrantes cuyos derechos «no siempre fueron respetados».

«Les hablo como hijo de inmigrantes», recordó el Pontífice, quien aludió a los extranjeros que en tiempos pasados, «bastantes convulsos y sangrientos», llegaron a lo que hoy es Estados Unidos, pero afirmó: «Es difícil enjuiciar el pasado con los criterios del presente».

«Cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en el mundo más noble y justo posible», deslizó. Y eso se debe hacer «mientras formamos las nuevas generaciones, con una educación que no puede dar nunca la espalda a los ‘vecinos’, a todo lo que nos rodea».

«Construir una nación nos lleva a pensarnos siempre en relación con otros, saliendo de la lógica de enemigo para pasar a la lógica de la recíproca subsidiaridad, dando lo mejor de nosotros. Confío que lo haremos», dijo el Papa en su defensa de la aceptación a los inmigrantes.

«Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros», recordó el Papa argentino al aludir al pasado común que comparte con muchos de los congresistas ante los que pronunció su discurso.

«Nuestro mundo está afrontando una crisis de refugiados sin precedentes desde los tiempos de la II Guerra Mundial. Lo que representa grandes desafíos y decisiones difíciles de tomar», alertó Jorge Mario Bergoglio.

«A lo que se suma, en este continente las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades», expresó.

En otra parte de su discurso, Francisco abogó por la «abolición mundial de la pena de muerte» porque «una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación».

«Estoy convencido que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad solo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito», manifestó.

También afirmó que su «deber es construir puentes» y reconoció los «esfuerzos que se han realizado en los últimos meses» para superar lo que denominó «diferencias históricas». «Cuando países que han estado en conflicto retoman el camino del diálogo (…) se abren nuevos horizontes para todos», dijo el Pontífice, que esta semana visitó Cuba tras la reanudación de relaciones de ese país con Estados Unidos, en la que el Vaticano contribuyó decisivamente.

Por último, bendijo a la multitud que se congregó al lado del Capitolio en Washington y dijo, en unas palabras pronunciadas en castellano: «Le pido por favor a ustedes que recen por mí». «Y si entre ustedes hay algunos que no creen o no pueden rezar les pido por favor que me deseen cosas buenas», cerró.

Fuente: La Razon

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