El Tomba cambió su forma de jugar, y obtuvo dos grandes victorias. Se defiende mejor, casi no ataca, pero es práctico y contundente. Damonte, clave en la levantada.
Tomba a la italiana. Esa es la nueva receta que el cheff Jorge Da Silva ideó cuando veía que su comida se quemaba bastante seguido. Los ingredientes: despligue, marca, sacrificio, orden y poco atrevimiento. El resultado: un plato que no deslumbra, pero llena.
Godoy Cruz consiguió en cuatro días y en condición de visitantes dos victorias importantes, ante Independiente y Estudiantes. Se podrá decir que no brilló en ambos partidos, pero fue práctico y contundente. Esperó su chance para dañar al rival, y aprovechó al máximo las oportunidades que creó. Por eso sigue con vida en la Copa Libertadores y se levantó en el Clausura.
Después de un arranque ideal (triunfos ante Boca y Liga de Quito), el Expreso paró su marcha. Perdió con San Lorenzo, empató con Olimpo, y cayó ante Peñarol y Colón. El equipo intentaba ser protagonista, pero no era claro en ofensiva. Para colmo, se descuidaba atrás y sufría con las contras rivales.
Da Silva se dio cuenta que algo no funcionaba. El equilibrio que tanto lo obsesiona no aparecía. Entonces tomó decisiones drásticas. Todos atrás y Ramírez de nueve fue, más o menos, la fórmula que consiguió seis puntos de seis posibles.
El entrenador uruguayo sólo hizo un cambio de nombre. Y acertó. Le dio la chance a Israel Damonte, que fue figura ante el Rojo y el Pincha, a quien además le convirtió el gol del triunfo.
Pero la estructura cambió. Los laterales Russo y García casi no pasan al ataque; Damonte fue la rueda de auxilio que necesitaba Olmedo; Carlos Sánchez dejó de ser una suerte de enganche y volvió a su puesto natural de mediocampista por derecha; y Villar se adelantó un poco (pero poquito) para que Ramírez no se sienta tan solo entre los centrales rivales.
Lejos del buen fútbol que mostró el Tomba con Diego Cocca y Omar Asad en el banco, ahora el equipo es otro. Casi no hay juego asociado, y al menos en los últimos dos partidos, se transformó en un fiel exponente del \\\»catenaccio\\\» italiano. A la luz de los resultados, fue un buen cambio.
En los primeros seis encuentros le habían convertido 13 goles y nunca finalizó con su arco invicto. En los últimos dos, sufrió sólo un tanto y ayer al fin Torrico pudo terminar un partido sin tener que ir a buscar la pelota adentro.
La estrategia funcionó como visitante. Habrá que ver si en Mendoza Da Silva la mantiene, y si da resultados. El sábado ante Lanús se conocerá la respuesta.
Fuente: elsolonline.com