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¡Por fin!

Gran tarde para Boca. El equipo mostró solidez y se aprovechó de un Huracán débil. Tampoco sufrió atrás. Y Martín Palermo enterró su maleficio. Ah, todo sin Riquelme en la cancha. ¿La casa está en orden?

Boca ganaba cómodo. Con gritos de Pochi Chávez y el pibe Cristian Colazo, manejaba el partido ante un Huracán desdibujado, mucho más parecido al que dirigía Miguel Brindisi que al que había resucitado Tito Pompei, y cada vez más preocupado con el promedio.

En Parque Patricios, no se extrañaba al desgarrado Juan Román Riquelme. El equipo funcionaba bien, sin pasar sobresaltos en defensa. Incluso con Cristian Lucchetti lucía atento para sacar las pocas que le llegaban. Pero faltaba algo… Faltaba el gol de Martín Palermo. El artífice de los milagros, seguía, como en todo el Clausura, con la pólvora mojada. Y eso que lo buscaba por todos lados. Un pelotazo en el travesaño, un mano a mano ganado por Monzón, un cabezazo que se fue por poquito, una en la que hizo todo bien, incluso dejó al arquero desparramado, pero que se la sacaron en la línea.

Parecía que la mala racha se prolongaría, pero no. Mouche puso quinta por derecha y, pese a tener chances de terminar la jugada, la mandó al medio para que el Titán la empujara, con muchas dudas, hasta el fondo del arco. ¡Por fin! Atrás quedaban 952 minutos sin poder convertir… Pero también quedaba en el pasado, al menos por esta semana, todos los rumores que agitan el exacerbado Mundo Boca.

Los dirigentes tendrán poco para decir, aunque algunos saldrán a chapear con que el reto público, con mucho más aroma a botoneada y a campaña electoral, surtió efecto.

Falcioni tendrá también días de alivio, sin necesidad de capear el temporal ni motivos para exigir refuerzos con urgencia. Eso sí, el DT otra vez tendrá que lidiar con el fantasma de haber mostrado una versión mejorada del equipo. Y lo hizo sin Riquelme, el distinto, dentro de la cancha.

Fuente: La Razón

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