La Presidenta elogió al economista Kenneth Rogoff en su conferencia de prensa tras la victoria en las primarias. Pero, según el diario La Nación, aunque citó bien los diagnósticos del norteamericano respecto a la actual crisis, se equivocó al decir que recomienda la «solución argentina» para reestructurar las deudas europeas.
Kenneth Rogoff, el economista que elogió Cristina Kirchner en su primera conferencia de prensa después de la victoria en las primarias, es un brillante académico norteamericano de 58 años, graduado con honores en Yale, doctorado en el Massachusetts Institute of Technology; fue economista del Board de Gobernadores de la Reserva Federal, economista jefe del FMI, profesor en Princeton y, actualmente, en Harvard. Una muestra de su genio es que alcanzó el grado de gran maestro de ajedrez en 1978.
Su último libro, Esta vez es diferente. Ocho siglos de crisis financieras, junto con Carmen Reinhart, se publicó en 2009. Y es curioso que Cristina Kirchner lo encuentre interesante, ya que Rogoff mantuvo enormes disputas públicas con otro favorito presidencial, el Nobel Joseph Stiglitz.
De hecho, lo que la Presidenta dijo haber leído no era una nota de Rogoff, sino un comentario sobre su figura, del economista Carlos Arbía, en el diario El Cronista. Parte de su comentario, a su vez, se refiere al artículo firmado por Rogoff que apareció en La Nacion el domingo 7. Y la Presidenta citó bien los diagnósticos del norteamericano, quien dice que la actual crisis tiene componentes financieros y que es diferente de la Gran Depresión. Pero sacó una conclusión asombrosa: que Rogoff recomienda la «solución argentina» para reestructurar las deudas europeas.
Es raro, porque en sus artículos Rogoff dice todo lo contrario. «Como la Argentina [en 2001], Grecia tiene un tipo de cambio fijo, una larga historia de déficits fiscales y una historia aun más larga de incumplimientos de pagos de deuda soberana. No obstante, Grecia puede evitar un colapso como el de la Argentina, pero necesita dedicarse a hacer ajustes mucho más audaces», dijo en la columna que publicó La Nacion el 7 de febrero de 2010. Y en la columna sobre la Gran Contracción, publicada el domingo 7 del actual, planteó que, en realidad, la crisis, en particular la europea, se debería solucionar con transacciones entre acreedores y deudores.
Algo parecido dice Patrick Bolton, autor de una famoso paper que diagnosticó que una salida «a la argentina» para Grecia sería un desastre para la banca europea, aunque reconoce que la deuda, como está, será imposible de pagar.
Y no hay que ir tan lejos. El miércoles, la Academia Nacional de Ciencias Económicas incorporó como miembro titular a José María Fanelli, quien disertó sobre macroeconomía, instituciones y crisis. Y sin hacer demasiado esfuerzo, se encuentran coincidencias generales con Rogoff. La crisis actual es financiera en Estados Unidos y Europa, y hay un conflicto irresuelto aún sobre quiénes serán los que tengan que pagar la mayor parte de los platos rotos. Los dos refieren a las pujas políticas que se desatan y a que, mientras la solución se demora, no hay esperanzas de mayores inversiones, gastos y retorno al crecimiento.
Algo similar señala el analista local Luis Palma Cané. Ninguno de ellos cree razonable una salida a la argentina. Pero la Presidenta sí tiene razón en que muchos otros han hablado de esa posibilidad, particularmente en Europa.
También causa sorpresa la súbita admiración de la Presidenta, quien casi dio por sentado que Rogoff es uno de los favoritos de Amado Boudou, quien rápido aclaró: «Uno más».
Sorprende, porque el norteamericano no es un enemigo del Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque lo ha criticado, junto al Banco Mundial, por sus concepciones actuales sobre la crisis. «Dos equivocados no hacen un acertado», dijo.
De hecho, en 2002, desde el FMI Rogoff dio un giro sorprendente, que contradijo las posiciones de Stiglitz con las que simpatiza el kirchnerismo. El propio Rogoff fue uno de los creadores de la teoría del «riesgo moral», esa que sostenía el secretario del Tesoro Paul O’Neill para mandar a la Argentina a la quiebra. Básicamente, decía que los rescates del FMI sólo salvaban a los ricos de los países endeudados y hacían pagar la cuenta a los «carpinteros y plomeros norteamericanos».
Pelea pública con Stiglitz
«Soy el primero en conceder que esta teoría del riesgo moral es ingeniosa […], ya que en la década del 80 pasé varios años estudiándola y escribiendo papers sobre ella […] Pero ¿qué pruebas hay de que el riesgo moral sea importante, por lo menos de forma tan clara? La verdad es que no es fácil de demostrar. El primer inconveniente es que los préstamos siempre han sido reembolsados íntegramente y de manera previsible», dijo Rogoff… ¡en la revista del FMI!
En términos populares, Rogoff no hizo más que «sacarle el banquito» a la política republicana en el poder, ese mismo que lo había designado economista jefe del organismo.
Su pelea con Stiglitz se tornó pública en una carta abierta, cuando el Nobel acusó al ex número dos del FMI, Stanley Fischer, de operar para salvatajes que favorecían a los banqueros porque había arreglado irse como ejecutivo del Citi cuando dejara el organismo. Rogoff se indignó y le exigió una retractación pública. «Joe, los trabajos académicos que ahora aparecen en las principales revistas apoyan cada vez más las políticas de defensa de los intereses, planteadas por el ex segundo del FMI, Stan Fischer, que tú saboteaste de modo ignominioso desde tu puesto en el Banco Mundial», le recordó.
En junio de 2003, Rogoff disertó también en la Argentina, invitado por la Universidad Torcuato Di Tella, y presentó un trabajo que podría ser visto hoy como premonitorio. Lo tituló: «¿Hay límites para la globalización financiera?». Allí planteó si era posible por esa vía extender el bienestar y mitigar los riesgos.
Stiglitz, declarado enemigo de la liberalización financiera, se confiesa keynesiano, y en ese rol criticó al FMI, pero Rogoff le retrucó que él también es keynesiano, «pero de este mundo», por lo que al Nobel favorito de Cristina Kirchner lo trató casi de extraterrestre.
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