Las nuevas oportunidades laborales que está viviendo la segunda economía del mundo, la alta inflación sobre todo en alimentos y la tendencia al alza en los sueldos, están determinando que sea más difícil encontrar trabajadores en el gigante asiático. Y si sube el costo salarial en el gigante asiático, se pueden esperar presiones inflacionarias en todo el mundo, debido al rol que hoy ocupa China en el comercio mundial como proveedor de bienes industriales.
Aunque la provincia china de Guangxi está a casi 9.000 kilómetros de distancia de Francfort, sede del Banco Central Europeo, en la economía globalizada de hoy ambos lugares están mucho más cerca de lo que parece.
Dos meses atrás Zhu Xinzhi, titular de la asociación que nuclea a los fabricantes de productos eléctricos de la ciudad industrial de Foshan, en el sur de China, viajó a Guangxi para contratar gente ofreciendo un salario mensual de 1.600 yuanes, con el que esperaba atraer a 500 trabajadores. Consiguió 10. Las nuevas oportunidades, la alta inflación y la tendencia al alza en los sueldos determinaron que los puestos que Zhu ofrecía no resultaran interesantes.
“Los trabajadores pensaron que el salario era relativamente bajo y era mejor quedarse en casa, manejando sus pequeñas empresas, o ir a las ciudades donde pagan más”, dijo el empresario.
Los ecos de los aumentos salariales en China, junto con los del rápido crecimiento económico en ese país y en otros emergentes, se hicieron sentir este mes en lugares tan alejados como Francfort. El hecho de que Zhu tenga que pagar más para contratar operarios incrementará el precio de las bombitas de luz que Alemania importa de China. Si esto se repite con los precios de otros productos, la inflación en Alemania y otras naciones europeas subirá de manera permanente, lo que requiere que el BCE actúe.
En realidad, ya empezó a hacerlo: el jueves 7 de abril la entidad elevó las tasas de interés por primera vez en tres años. Este incremento fue sólo de un cuarto de punto porcentual, para dejarlas en 1,25%. Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, habló de riesgos inflacionarios que surgen, en parte, del «fuerte crecimiento económico en los mercados emergentes» y de la «amplia liquidez a nivel global, que puede impulsar aún más los precios de los commodities».
No es sólo el BCE el que mira hacia China y ve un futuro con más inflación. En la misma semana, el Banco Popular de China elevó las tasas por cuarta vez desde octubre, además de tomar otras medidas contra el alza de precios.
En su último Panorama Económico Mundial, el Fondo Monetario Internacional expresó preocupación porque la escasez de petróleo, combinada con el rápido crecimiento en economías emergentes con un uso intensivo de crudo, continuará haciendo trepar los precios año tras año. En febrero James Bullard, presidente del Banco de la Reserva Federal de Saint Louis, planteó la posibilidad de que aumenten las presiones inflacionarias en EE.UU. pese a la alta tasa de desempleo porque hay poca, o ninguna, capacidad ociosa en la economía global.
Las potenciales consecuencias mundiales de las tendencias locales hacen imposible ignorar el mercado laboral chino y sus vínculos con la economía global.
Una nueva era comenzó cuando el año pasado hubo una serie de suicidios entre los trabajadores de una de las plantas en Shenzhen de la firma taiwanesa Foxconn, que fabrica productos electrónicos por contrato. En respuesta a esta situación la compañía, que provee a empresas como Apple y Dell, aumentó los salarios alrededor de 20%.
Poco después hubo huelgas en las fábricas de fabricantes de autopartes para Honda en la misma provincia, lo que determinó que los salarios se incrementaran en una porcentaje similar.
Han Dongfang, del Boletín Laboral de China, comentó que hasta ese punto, Beijing se ponía de parte de los empleadores. En un videoclip que circuló ampliamente online, jóvenes operarios con el uniforme blanco de la planta de componentes de Honda le gritaban a los representantes del sindicato oficial, apoyado por el Gobierno, diciéndoles que tomaban partido por sus jefes japoneses. Para Han, esas huelgas fueron un «punto de inflexión porque fue evidente que el sindicato oficial convertía la ira de los empleados en ira contra el Gobierno».
Este año, el gobierno indicó que estaba decidido a aumentar los ingresos de los trabajadores al elevar el salario mínimo mensual en cerca de 20% en Beijing (donde ahora es de 1.232 yuanes); en Guangzhou, capital de la provincia industrializada cercana a Hong Kong (a 1.030 yuanes); y en otras ciudades.
Uno de los catalizadores de la tendencia salarial en alza es la demografía: declinó el número de jóvenes chinos que entran al mercado laboral. Aunque los empleadores están trasladando producción a zonas donde hay mayor oferta de mano de obra y los sueldos son más bajos, el súbito incremento en los niveles de paga no puede ignorarse. Desde que China se integró al sistema global comercial, en los años 80, «agregó al menos 20% a la fuerza laboral mundial.
hina se convirtió en la fábrica del mundo», dijo William Fung, de la compañía de gestión de cadenas de abastecimiento Li & Fung, con sede en Hong Kong.
Para Eswar Prasad, profesor de Economía de la Universidad Cornell, esto «ayudó a mantener domada la inflación» en el mundo.
Pero como la participación china en la mercadería que se exporta en el mundo trepó de 1,1% en 1982 a más de 10% a fines del año pasado, su efecto moderador sobre la inflación en las economías avanzadas se debilita: ahora que los productos chinos son tan importantes, nadie es inmune a lo que ocurre en China. En el futuro, las economías avanzadas podrían enfrentar aumentos crecientes en el precio de sus importaciones por los aumentos salariales y el incremento en el valor de los commodities. En un mundo así, el alza en la inflación importada tendría que ser compensada por una inflación doméstica más baja. De lo contrario, los gobiernos tendrían que aceptar una mayor aceleración en los precios.
El mes pasado, Spencer Dale, jefe de economistas del Banco de Inglaterra, señaló con preocupación que es improbable que las presiones inflacionarias en China sean compensadas por una depreciación equivalente en el valor de su moneda. «En las economías que operan regímenes cambiarios vinculados a otra moneda esto no puede darse por descontado, por lo menos en el corto plazo», dijo Dale en un discurso.
Sin embargo, según algunos economistas hay tres factores que mitigan el potencial efecto de los aumentos salariales en China. Primero, los costos laborales representan sólo una fracción del precio final de la mercadería que se vende en el exterior. Prasad señaló que «la baja proporción de valor agregado en China implica que incluso un alza significativa en los costos laborales en ese país no incrementará mucho el costo final de los productos procesados que exporta».
Segundo, los niveles de productividad chinos no están quietos, sino que treparon en los últimos 20 años, lo que permite a las compañías incrementar rápidamente la paga sin elevar significativamente los precios finales.
Gavekal Dragonomics, una consultora económica con sede en Beijing y Hong Kong, comentó que los exportadores chinos han ascendido en la cadena de valor, y los puertos y autopistas del país son casi tan avanzados como los del mundo desarrollado, lo que permite que las exportaciones crezcan pese al rápido aumento en los salarios.
Tercero, a medida que los sueldos en China se incrementen, parte de la producción se trasladará a economías con menores salarios, lo que mantendrá bajos los precios globales. Por ejemplo, Li & Fung informó a fines de marzo que llevó parte de su producción a Bangladesh, Vietnam, Indonesia e India.
Pero estos traslados no siempre son fáciles de hacer. Michael Austin, director financiero de Top Form International, con sede en Hong Kong, señaló que su compañía está trasladando parte de su fabricación de corpiños para el mercado masivo a Tailandia, pero China todavía da cuenta de la parte de su producción dirigida a segmentos más altos de mercado, porque allí la productividad es mucho más alta y «el tiempo de aprendizaje es menor».
Michael Enright, de la Universidad de Hong Kong, dijo que un cliente le pidió que comparara los costos laborales y los de transporte y electricidad en China e India. «Tendrían que pagar un salario negativo para fabricar en la India. La gente no entiende cuanto más adelantada está China en infraestructura», puntualizó el economista.
Los beneficios de los salarios más elevados son evidentes en China. El mes pasado, cerca de un grupo de fábricas en Foshan dos mujeres jóvenes, Wangli, de 27 años, y su amiga Xiaoye, de 24, leían anuncios con ofertas de trabajo. En uno de ellos, una planta de productos de acero inoxidable ofrecía salarios mensuales de entre u$s 250 y u$s 370 para «empacadoras», y de hasta u$s 700 para operarias con experiencia. Los incentivos no se reducían a los sueldos más altos: «Tenemos un edificio de dormitorios con aire acondicionado y agua caliente. Podemos organizar fiestas de cumpleaños y excursiones», prometía también la compañía.
Las mejores perspectivas para Wangli y Xiaoye están lejos de ser un desastre para las economías avanzadas, pero es probable que los días de la mercadería china cada vez más barata ya no vuelvan. Si China deja de exportar deflación, los precios internos en Europa y EE.UU. tendrán que mantenerse más controlados en el futuro.
Fuente: Cronista.com